El color en el espacio y el tiempo es la exposición que se presenta en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, MUAC, del 27 de noviembre de 2012 al 24 de febrero de 2013, y se me presenta como una buena oportunidad para dedicar estas breves líneas al maestro Carlos Cruz-Diez (17 de agosto de 1923).
Le conocí desde muy joven, a través del libro “CRUZ-DIEZ” del famoso historiador y crítico de arte venezolano Alfredo Boulton, hojeándolo y revisándolo durante largas horas de los veranos que pasamos en casa de nuestros tíos en Caracas. En la mesa de la sala tenían también el libro “Soto” del mismo autor y formato que, a saber, están “diagramados” por el propio Cruz-Diez (Jesús Soto 1923-2005, otra gloria venezolana del cinetismo y del arte del S.XX).
Era muy común ver obras de Carlos Cruz-Diez en muchos lugares de Caracas. Desde la llegada, el pavimento que se convierte en mural en el Aeropuerto de Maiquetía (1974), o los silos de granos en el puerto de La Guaira (1975) te daban la bienvenida a la ciudad. Muchos edificios tenían –o tienen, quiero pensar…- obras de Cruz-Diez en sus fachadas o en los vestíbulos, plafones y murales.
Caracas siempre fue una gran ciudad con buena arquitectura que incorporó con protagonismo la revolución del cinetismo, ostensible inclusive en sus espacios públicos; la Universidad Central de Venezuela de Carlos Raúl Villanueva es prácticamente un museo de arte abstracto que posicionó a Venezuela como superpotencia en el terreno del arte.
El arte cinético (de la estética del movimiento) fue un movimiento –valga la redundancia- que transformó el arte en los años 50´s y 60´s. Es difícil personalizar su origen, son muchos: Víctor Vassarely, “padre del Op Art”, Alejandro Otero con sus visionarios “coloritmos”, Alexander Calder con sus famosos “móviles”, o el israelita Yaacov Agam, que en 1950 hizo su primer “Experimento cinético”, citando sólo algunos. Si una de las grandes conquistas del siglo XX fue la abstracción, el cinetismo agregó un ingrediente que movió hacia adelante el reloj de la historia del arte y de la humanidad: la interacción.
Cruz-Diez realizó su primer trabajo abstracto y de aspiración interactiva en 1954 con el “Muro de cilindros pivotantes manipulables”; en 1957 sus primeras “Superficies en movimiento”, “Vibraciones en el espacio” y “Estructuras ópticas”. Y en 1959 el “Amarillo aditivo” (que logra sólo con una línea roja y otra verde sobre un plano negro), la “Doble animación de un plano-radiación de color” y la célebre “Fisicromía 1”, obras que prefiguraron su lenguaje y su prolífica trayectoria experimental y de investigación en todo lo que tiene que ver con el color en tanto fenómeno óptico (de allí el “op art”).
Si bien la obra de Cruz-Diez se puede resumir en “líneas” y se puede separar en las “Fisicromias” y en los “Colores Aditivos”, yo tengo particular aprecio y “debilidad” por sus aplicaciones arquitectónicas, urbanas, y por sus composiciones geométricas: cuadros, rombos, círculos, formas que remiten a Calder o tramas neoplasticistas que recuerdan a Piet Mondrían o a Mies Vander Rohe inclusive.
Como arquitecto debo reconocer –me atrevo aquí- la decisiva influencia que ha tenido en mi trabajo y el potencial que veo en una búsqueda propia desde el “construcolor”, en donde diagramas del programa de necesidades de cualquier edificio se convierten en obras de arte de génesis social.
Justamente con ese tema de la interacción como estratificación social del arte, Carlos Cruz Diez inició su conferencia magistral en el Museum of Fine Arts de Houston (MFAH) en 2009, museo organizador, donde -gracias a una impagable invitación- tuve el privilegio de conocerle personalmente, charlar un rato memorable (para mí) con él, y donde se presentó por primera vez la espléndida exposición que hoy tenemos en el MUAC.
La muestra incluye obras provenientes de diversas colecciones y museos del mundo, maquetas, videos, herramientas de trabajo, y dos salas interactivas en un entrono que le sienta sumamente bien. Un gozo absoluto.
JVdM
@JorgeVdM_Arq
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