“Por sus obras los conoceréis”, dicen los Evangelios… “pero por nuestras palabras os convenceréis”, reviran los políticos.
Este es el caso de Barack Obama, relegido presidente de Estados Unidos el pasado martes. Ha tenido una gestión criticada incluso por sus partidarios (no hubo reforma migratoria, el plan de salud no se concluyó, la economía trompica y la deuda es astronómica); sin embargo, es reconocido como uno de los mandatarios más carismáticos en la historia.
¿La clave? Las palabras. Y cómo las dice. Obama es un extraordinario orador. El tono y las pausas, la seguridad, su lenguaje corporal y, sobre todo, el contenido de sus discursos han sido básicos para encumbrarlo en la posición de mayor poder en el mundo.
24 HORAS analizó dos de sus discursos más representativos: el que pronunció el 4 de noviembre de 2008, cuando ganó la Presidencia, y el del pasado miércoles, después de que se confirmara su relección.
Las dos alocuciones son parecidas, lo que clarifica el mensaje y da la sensación de congruencia. Son emocionales: apelan a la pasión, al patriotismo, al afán de lucha. Pero no son melosos. Obama articula esa emoción mediante datos duros, lo que imprime la apariencia de mesura.
Esos “speeches” también comparten una estructura simple. Inician aludiendo a la situación que prevalecía en el pasado; inmediatamente se agradece a la familia (un componente empático, emocional), colaboradores y votantes; se oficializa la alegría por el triunfo y se enumeran los retos, para terminar animando a la audiencia a acompañarlo en la resolución de los problemas.
Todo este esqueleto se rellena con frases que deben lucir profesionales, pero naturales; que den sensación de inteligencia y lucidez, pero que sean fáciles de entender. Contundentes por sencillas. En el discurso de 2008, por ejemplo, Obama repitió como responso: “It’s the answer” y “Yes we can”; y en el de 2012 lo hizo con palabras como “forward” y “thanks”. Hay incluso párrafos iguales en ambas soflamas.
También existen diferencias. Hace cuatro años Obama alardeó de todo lo que haría; ahora no puede, por los resultados incompletos de su primer período. El miércoles pasado más bien se concentró en los logros incontrovertibles, y de nuevo llamó a abatir en comunidad los retos, estrategia que muestra honradez y reparte la responsabilidad.
La arenga reciente es también más acotada, ya con un fin inamovible a la vista (2016), y más restringida en cuanto a sus proyectos: en 2008 se trataba de cambiar el mundo; ahora, de cumplir con los objetivos demorados y de reanimar la economía.