GUATEMALA. Las escenas parecen de una película de miedo. No hubo una sola casa que no sufriera daños, unos leves y otros graves, narra Lesvia Maldonado, habitante de la ciudad de San Pedro Sacatepéquez, del departamento de San Marcos, el más golpeado por el sismo del miércoles, el más devastador desde 1976.
Más de dos mil soldados, un millar de socorristas y una incalculable cantidad de pobladores participaba este jueves en los trabajos de rescate y limpieza de escombros en más de un centenar de comunidades de San Marcos, Quetzaltenango, Quiché, Sololá, Retalhuleu.
A casi 48 horas, el terremoto de magnitud 7.2 Richter ya arroja más de medio centenar de muertos, 22 desaparecidos, 250 heridos, dos mil 966 evacuados y 762 albergados, pero lo peor está por venir.
Los actuales dos mil 500 hogares destruidos podrían cuadruplicarse, declaró ayer el presidente Otto Pérez Molina a la agencia BBC. “Este número estoy seguro que va a subir significativamente en las próximas 48 horas, porque ahora las unidades empiezan a priorizar el recuento de las casas dañadas”, explica. Esto significaría 50 mil damnificados.
Frente a los hechos, el mandatario guatemalteco declaró a los departamentos de San Marcos, Quetzaltenango, Quiché y Huehuetenango en “Estado de Calamidad”, a fin de que se les atienda de una forma más rápida.
Hasta ahora la ayuda humanitaria enviada por el gobierno “ha sido efectiva” y se ha “complementado con el apoyo de los vecinos”, dijo Lesvia Maldonado la agencia EFE, aunque su mayor temor –subrayó- es quedar en el olvido al pasar la emergencia.
“Cuando esto deje de ser noticia nadie se acordará de nosotros. No sé cómo ni con qué vamos a levantarnos de nuevo”, señaló la mujer de 34 años y madre soltera de dos niñas, que se quedó en la calle luego de que la humilde residencia en la que habitaba se desplomó.
Con temperaturas de menos de cinco grados centígrados, y apenas cubiertos con las frazadas que lograron sacar de sus destruidas viviendas o que les fueron facilitadas por algunos vecinos, miles de pobladores de San Pedro y San Marcos pasaron la noche a la intemperie.
Según el recuento parcial dado a conocer por las autoridades, además de los muertos, heridos y desaparecidos, unas cinco mil 251 personas perdieron sus pertenencias por completo, 1.2 millones fueron afectadas y seis millones, 45% de la población total del país, están en riesgo si se repite un evento sísmico.
En la aldea El Recreo, en las afueras de la ciudad de San Marcos, una brigada de soldados, socorristas y vecinos han logrado rescatar los cadáveres de dos de los tres hombres que quedaron soterrados en una arenera.
Adriana Ramírez, una anciana indígena, esposa de una de las víctimas, fue atendida en el lugar por socorristas tras sufrir una crisis nerviosa al ver cómo los soldados sacaban de entre toneladas de arena el cuerpo de Cruz Benedicto de León, su esposo de 70 años.
“¿Qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer sola?”, gritaba la mujer mientras intentaba zafarse de los brazos del socorrista que la sujetaba para impedir que pasara al área de peligro, observó un fotógrafo de EFE.
Además de su esposo, la anciana también perdió a sus dos hijos, de 22 y 28 años, quienes trabajaban en la arenera en el momento del terremoto.
Casi al mismo tiempo, en la plaza central del municipio de San Cristóbal Cucho, los vecinos trataban de consolar a Juan Vásquez, un joven de 17 años, quien perdió el miércoles a los 10 miembros de su familia.
Los ataúdes de sus padres y ocho hermanos, que murieron bajo los escombros de la humilde vivienda que les cayó encima por el movimiento telúrico, serán inhumados en las próximas horas, y aunque Juan cuenta con el apoyo de los vecinos de su comunidad, no sabe qué será de su vida ahora que ha quedado solo.