Primero los acusaron de infieles. Apenas iniciaba la discusión de la reforma laboral y Ricardo Monreal sostenía ya que la alianza del PAN con el bloque progresista fue tan sólo “un desliz, una aventura efímera, extramarital, de una sola noche” de parte de los blanquiazules: “Regresaron con su amante tradicional”, diría el de Movimiento Ciudadano, apuntando el índice hacia las curules tricolores.

 

El coordinador de los panistas, Luis Alberto Villarreal, defendía a su vez el cambio de posición de su bancada -ahora a favor de añadir el voto indirecto en la elección de dirigentes sindicales y eliminar la entrega personalizada a los trabajadores de los informes semestrales sobre las finanzas y el patrimonio de los sindicatos-, como una infidelidad muy menor: “Esto es como cuando uno llega tarde a la casa… no por eso te vas a divorciar”.

 

Así comenzaba la sesión en San Lázaro. Una sesión donde ninguno de los artículos reservados sería aceptado para su discusión en el pleno. De nada serviría que el perredista Fernando Belaunzarán pidiera una y otra vez a los panistas: “¡Dennos argumentos, convénzanos de que el voto indirecto puede ser democrático!”.

 

Desde el ala panista, Juan Bueno Torio levantó la mano y lanzó una sola pregunta al desesperado Belaunzarán: ¿Cómo se elige al presidente de su partido?

 

Las risas colmaron el salón de sesiones. Cualquier asomo de razón que pudiera exponer el perredista en ese terreno -desde su punto de vista la modalidad del voto indirecto abre la puerta a la simulación-, y por más que defendiera la propia redacción de la iniciativa enviada por Felipe Calderón, ahí se derrumbaron. Lo noquearon los propios panistas, mientras Manlio Fabio Beltrones sonreía de pie en el pasillo central.

 

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NO TE PELEES CON UN CERDO.- Los calificativos de la izquierda contra los priistas y los panistas iban en aumento. De “tramposos”, “marrulleros”, “simuladores”, no los bajaban. Entonces subió a la tribuna Rubén Camarillo (PAN). Dijo que no iba a contestar con insultos porque allá en su pueblo dicen: “No te pelees con un cerdo porque al final los dos se van a enlodar, sólo que a él le va a encantar y a ti no”.

 

Resumiría la posición panista diciendo que nunca será a favor de todo, ni en contra de todo, que no serían “patiños”, ni aceptarían “chantajes” de nadie. Y luego -sabido ya que perderían la votación para poner a discusión el 388 bis frente al bloque PRI-PVEM-Panal- concedió a los perredistas: los vamos a acompañar en esa votación “aun y cuando se han cerrado a la discusión”.

 

Martí Batres saltó. Sacó a colación aquella declaración del dirigente de Acción Nacional, Gustavo Madero, a propósito de que la minuta saldría de diputados tal y como la envió el Senado “si no se cuartea el PRD”. Y, por lo que veo, machacó el perredista, “el que se cuarteó fue el PAN”.

 

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APÓSTOLES DE LA HIPOCRESÍA.- Cuatro horas y media y ninguno de los artículos reservados lograría alcanzar el número de votos suficientes para llevarlos siquiera a discusión en el pleno. Carlos Aceves del Olmo (PRI) recibía los abrazos de sus compañeros, mientras Alfonso Durazo (MC) lamentaba “tanta demagogia y mentira” y que PRI y PAN les hubieran aplicado su mayoría sin argumentar ninguna razón en la que basaban su posición.

 

“Apóstoles de la hipocresía y el discurso fraudulento” les llamaría el ex secretario particular de Vicente Fox, no sin antes dejar claro que “los panistas no van con la izquierda, quieren llevar a la izquierda a su posición”.

 

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GEMAS: Regalito con moñito rosa y corazoncitos, de la diputada panista Esther Quintana Salinas, durante la discusión de la reforma laboral: “¡No me esté callando, carajo, que estoy hablando..!”.

 

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