En Estados Unidos, a los aficionados al futbol americano no les molesta que la temporada de la NFL se conforme de dos partes: el torneo en el que se deciden los mejores equipos de las divisiones y una liguilla (playoffs); es decir, el campeón no se elige directamente (con el voto popular) sino de manera indirecta (voto electoral). Por el contrario, los aficionados saben que en las dos partes de la temporada el interés no merma. En el futbol mexicano, desde hace ya muchos años, se inventó la liguilla siguiendo los pasos de los inventores del marketing. El resultado fue y sigue siendo un contundente fracaso. El mejor ejemplo es el equipo de los Pumas de la reciente temporada, quien después de haber realizado un mediocre torneo, puede calificar, y por ende ser campeón. Así le sucedió a las Chivas del Guadalajara durante la conquista de su último título. Calificó en octavo lugar, y posteriormente, eliminó al América, al Cruz Azul, y en la final, le ganó al Toluca.

 

En su momento, el mejor comentarista del futbol, Fernando Marcos, dijo que la liguilla es un sistema de incompetencia. Tenía razón. ¿Por qué entonces el futbol americano es un sistema de competencia perfecta?

 

En la formulación del cuestionamiento se encuentra la respuesta: competencia perfecta. En economía financiera, la condición necesaria para que exista un mercado perfecto se encuentra en la dosificación generalizada de la información, es decir, que todos los agentes que tomen decisiones tengan la misma posibilidad de contar con información para evitar las asimetrías. En el futbol americano también existe un reglamento que busca atenuar las asimetrías; los equipos que ocuparon los últimos lugares de la temporada anterior tienen el derecho de comprar a los mejores jugadores que existen en el mercado. Esa es la clave del éxito. La relación entre el poder económico y elección se difumina por las condiciones legales que imperan en el organismo que gestiona a la NFL.

 

Si llevamos el ejemplo a las elecciones en Estados Unidos, cada cuatro años, en México, se menciona que su sistema electoral es injusto por anacrónico y anacrónico por absurdo. La verdad, el sistema de voto indirecto es un espectáculo para los estadunidenses. Como si de partidos de playoffs de la NFL se tratara, los marcadores abultados no les molesta. Los prefieren al empate, o a las ventajas nimias.

 

La televisión es el puente entre los swing states y aquellos en donde el voto fue decidido con anticipación al día de la elección. La página Politico.com desmontó la idea de que California se convertiría en un cementerio anímico entre sus ciudadanos (como yo lo pensé en su momento), al saber que los 55 delegados se irían con los demócratas. El ánimo del 80% de sus ciudadanos no decayó por tal motivo. Saben que la demografía del mercado se mueve. Que en algunos años la situación puede cambiar como les sucedió a los republicanos hasta la década de los sesenta. Ellos, los republicanos, fueron los primeros en repudiar la esclavitud. Antes que los demócratas. Ahora, sus planes ideológicos cambiaron al vinculares con grupos extremistas como, por ejemplo, el tea party.

 

Por lo pronto, en éstas elecciones, los californianos salieron a votar masivamente conociendo el resultado meses atrás. El ánimo lo puso la televisión. Los californianos estaban interesados por lo que sucedía en los swing states. Más allá de las elecciones y de los partidos de la NFL poco les interesa lo que sucede en estados remotos como Washington o Pensilvania. Bajo la analogía de la NFL, saben que la decisión del voto popular tiene que filtrarse a través de los votos electorales.

 

La noche del martes, millones de estadunidenses siguieron las transmisiones de CNN y Fox News como si del Monday Night Futbol se tratara. Es decir, de manera emotiva; con preocupación, esperanza, enojo, relajación, risas, coraje, lágrimas y un sinnúmero de sentimientos En Washington D.C., donde el 90% votó por Obama, varios hoteles organizaron eventos recreativos alrededor de las elecciones concluyendo, por supuesto, con la transmisión del espectáculo de la CNN. Por ejemplo, The Liaison Capitol Hill, ubicado en New Jersey Avenue, montó una carpa sobre la enorme banqueta para que la gente cenara y el hotel Capital Hilton fue sede de un seminario de comunicación política, entre otras muchas actividades.

 

Bajo la influencia del iPad y del GP, los conductores de la CNN se convirtieron en animadores; desplazaban sus manos sobre las pantallas; hacían acercamientos como si de GPS se tratara; se metían a condados. Poco faltó para que se metieran a casas para mostrar a todo el país la decisión de tal familia. La mayoría de los animadores son auténticamente unos expertos.

 

Bajo la óptica mexicana (donde un gol no equivale a un touchdown; la relación es 1 a 6), para algunos etnocéntricos, resulta injusto que un partido político se lleve todos los votos electorales a pesar de que el voto popular casi sea simétrico, como ocurrió en los swing states, donde a pesar de que los republicanos rebasaron el 48% de los votos en Ohio y Virginia, entre otros, se quedaron con cero votos electorales.

 

La cultura electoral de los estadunidenses asimila con gusto y entusiasmo la multiplicación de votos electorales porque, quien potencia esos votos es el voto popular. Un punto por cada gol en el futbol mexicano resulta ser una miseria respecto a los 6 puntos que arroja una anotación. El punto lo da el gol de campo. Es un pilón. Los empates en Estados Unidos no gustan. Se tienen que romper.

 

Los 600 mil habitantes de Wyoming ya asimilaron el factor estadístico que relaciona el tamaño de la población con el número de votos electorales. No les deprime la idea de que California tenga 55 votos y ellos 3. La noche del martes, el 90% de los habitantes mayores de 18 años de Wyoming siguieron el espectáculo de las elecciones a través de la televisión.

 

Junto a la televisión, uno de los motores que encendió el espectáculo durante las elecciones fueron las encuestas. Estimaciones certeras que señalaron a 7 u 8 estados donde el error estadístico arrojaría como premio el interés de todo EU. Al ingresar al error estadístico todo puede pasar. La diferencia hipotética de 600 votos en Florida se traduce en un marcador de 29 a 0. No hay premio de consolación. Nuevamente el espíritu cultural de la NFL se hace presente en el sistema electoral.

 

Muchos aseguran que el crecimiento del voto republicano respecto al 2008 se convertirá en un dolor de muelas para Obama. En particular, el dolor tendrá su origen en el Congreso, dominado por los Republicanos. Premisa lógica bajo la ley de los complementos donde el poder presidencial es detenido por el Congreso pero errónea bajo el escenario de la realidad. Si el Partido Republicano quiere ganar las próximas elecciones tendrá que realizar una cirugía profunda hacia el interior de cuerpo ideológico. Colocarle noes a Obama en el Congreso alimentará el storytelling que ya ocurrió con el Obamacare con el Act Dream. Si a ellas se les agrega la ley Arizona, otra vez, los condimentos repetirían los platillos que utilizaron los demócratas para justificar la debilidad de Obama durante su primer gobierno.

 

En muchas ocasiones el poder blando, como lo puede representar la NFL, ayuda a comprender a la política dura. Y si la NFL es una de los pocos elementos que ayudan a unificar a los estadunidenses desde el punto de vista empático, lo mejor es ponerse a estudiar sociología para comprender al fenómeno. ¡Es la cultura antes que la economía!

 

No se equivocó Obama al molestarse con los árbitros inexpertos de la NFL al inicio de la presente temporada. El poder blando solucionó el problema de la huelga de árbitros, que veían a las condiciones laborales, una amenaza para su jubilación.