Salvador Arellano es un ejidatario de Zapopan, Jalisco. En sus ocho hectáreas cultiva calabaza, tomate, nopal y cría 80 borregos. Está casado desde hace 25 años y tiene un hijo. También es ingeniero agrónomo y diputado federal del PRI por Jalisco. Pertenece a las comisiones de Agricultura, Agua Potable y Marina. Y el martes pasado, cuando subió a la tribuna para proponer un punto de acuerdo con la finalidad de que se terminaran de distribuir los recursos de Procampo, comparó a la mujer con la tierra; “hay que trabajarlas”, dijo, “hay que abonarlas, hay que darles el cariño necesario para que produzcan productos sanos y buenos”.

 

Las críticas de algunas legisladoras a su comparación hizo que él mismo solicitara más tarde que esa parte de su intervención fuera retirada de los registros.

 

“Es que yo quiero mucho a la tierra, como quiero a mi esposa”, explica el legislador. “Yo me sentí muy aturdido de que se hayan ofendido (…) porque yo señalé que el trabajo de la tierra se parece mucho a la mujer, el que uno debe acariciarla con trabajo, con atención; fortalecerla, protegerla y ¿para qué? Pues para que produzca productos sanos. Los ginecólogos desde que una mujer está preñada le llaman producto”.

 

Hablar de un ranchero es despectivo

 

Antes de hacer su exposición, Arellano pidió disculpas como si supiera que iba a molestar a alguien. “Es mi manera de expresarme, no es que pensara que se iban a ofender, es que es mi manera siempre de expresarme. Dije que lo decía con todo respeto a mis compañeras, porque siempre que voy a decir algo digo que ‘es con todo respeto’” asegura; “no las quise ofender, al contrario, fue un piropo ranchero, un piropo fino”.

 

“Yo como campesino”, dice, “el que compare a la mujer con la tierra es porque para nosotros lo más sagrado es la tierra, es la que nos da el alimento” porque “para mí la tierra y la mujer es lo más sagrado que Dios nos ha dado”.

 

El diputado dice que él no es un “agricultor de nylon, de esos que no distinguen el maíz del sorgo”, que habla “con los pelos de la burra en la mano”, porque ha sido testigo él mismo de las circunstancias por las que pasan los hombres que trabajan la tierra en el país. “Sé lo que es que nos compren el producto y que luego nos desilusionemos cuando una caja de calabaza un día vale 100 pesos y al otro vale 30 pesos porque el mercado bajó”.

 

Arellano se queja de cómo se concibe al campo en México. “En Estados Unidos” dice, “ser ranchero es orgullo, es un ente inmiscuido en la economía del país”, diferente con México, ya que aquí “hablar de un ranchero es despectivo, es ignorancia”.

 

En defensa de la mujer del campo

 

Salvador agrega para él “la participación de la mujer en la vida del país es importantísima en todos los aspectos, comenzando con el campo. Hay muchas mujeres que participan en las asambleas ejidales”, razón por la cual una de sus propuestas en la Comisión de Agricultura ha sido el apoyar a las trabajadoras del campo con proyectos de agroindustria específicos.

 

Por lo pronto, el pasado 16 de octubre, Arellano fue parte de un grupo de diputados que presentó un proyecto de decreto para que se reformara un artículo a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, con la que se busca coordinar acciones para que se propicie la igualdad de oportunidades entre los hombres y las mujeres, así como la erradicación de la violencia en contra de las mujeres que viven en las comunidades agrarias y ejidos. “Realmente” asegura, “con esto se busca que la mujer del campo tenga las mismas garantías que la mujer de la ciudad: que esté libre de violencia y del acoso sexual”.

 

En tanto, y en medio de toda la polémica que causó su comparación entre las mujeres y la tierra, este jueves el autodenominado “político campesino” alcanzó el objetivo que en un inicio tenía su punto de acuerdo: lograr que los recursos del Procampo se redistribuyeran en todo el país.