No pocos dentro consideran a Felipe Calderón el primer panista que fue presidente de la República, porque su antecesor, Vicente Fox, nunca tuvo arraigo en el partido y no dudó en cambiar de simpatías cuando los tiempos duros se avecinaban. Pero su intervención en la vida interna del PAN causó más problemas que beneficios, consideran sus compañeros.
Las acusaciones hacia el Presidente son numerosas: que en su administración miles de militantes fueron integrados a la burocracia, lo cual le permitió controlar al partido desde la nómina; su búsqueda por el poder al interior generó una serie de pugnas internas que aún no se han extinguido, además de la pérdida de la Presidencia.
Durante la estancia de Calderón en Los Pinos llegaron a la presidencia del partido personajes cercanos al jefe del Ejecutivo como Germán Martínez y César Nava, aunque ninguno entregó resultados positivos y el primero incluso renunció a su cargo debido a la derrota sufrida en las elecciones de 2009.
Uno de los señalamientos realizados a lo largo del sexenio por lo propios militantes es que durante el sexenio de Calderón se “burocratizó” al partido ingresando a miles de militantes a las filas del gobierno federal, y con ello, logrando controlar al partido a través de la nómina de gobierno.
El número de albiazules que saldrán de la administración no se puede estimar, pero algunas fuentes al interior calculan que serán cerca de 100 mil.
“Antes se aguantaban (los panistas), porque podían obtener hueso, ahora todos van por los partidos locales”, asegura una fuente cercana al Presidente.
Al respecto, la senadora albiazul y hermana del Presidente, Luisa María Calderón asegura: “Debieron entrar más. El partido empezó a perder el gobierno cuando Fox no cambió todos los funcionarios. Son relevos de lealtades”.
En contraste, Ernesto Ruffo, quien contendió contra Calderón por la presidencia del partido en 1996 y fue el primer gobernador estatal emanado de las filas albiazules, afirma que el panismo, a la salida de Calderón, tendrá que atravesar tiempos difíciles: “Sin duda, porque muchos ya se habían acostumbrado a la nómina, y el tener que ahora bregar en la realidad de tener un trabajo en el que depende de la habilidades personales y no de las incondicionalidades políticas a un personaje, pues es saludable”.
La búsqueda por imponer las decisiones presidenciales dentro del partido fue aún más evidente en la etapa posterior a las elecciones del 1 de julio, tanto, que esto derivó en una confrontación con el presidente del partido, Gustavo Madero, en la que el mandatario buscó que la asamblea extraordinaria, el máximo órgano el partido capaz de reformar estatutos, se realizara aún durante su gestión, pero Madero propuso una reflexión posterior “sin pausa pero sin prisa” que trascendiera este año.
Incluso el Presidente recorrió varios estados y recibió en Los Pinos a consejeros nacionales de toda la República con el objetivo de que dicha reunión se realizada este mismo año. Al final y luego de una arenga en la que Calderón urgió a apurar el proceso, el Consejo votó por la conformación de una comisión para el análisis de resultados y la realización de la asamblea hasta marzo del siguiente año, cuando Calderón sea un militante más.
Durante el sexenio de Vicente Fox, Acción Nacional obtuvo triunfos en estados como Yucatán, San Luis Potosí y Tlaxcala, en los cuales ganó la gubernatura por primera vez. Para 2006, cuando Felipe Calderón llegó a la Presidencia, también el PAN se consolidó como la primera fuerza política en el Congreso.
Para 2009, el partido sufre un descalabro electoral que le costó el lugar de fuerza con más diputados y la pérdida de todos los estados que se disputaban ese año -Querétaro y San Luis Potosí, donde gobernaba, además de Campeche, Colima y Nuevo León, aunque ganó Sonora.
En 2010 el partido ganó, aliado con el PRD, Oaxaca, Puebla y Sinaloa, además de municipios y diputaciones locales. Para 2012, el PAN perdió casi todo lo que estaba en su poder, empezando con la Presidencia, Jalisco, que gobernaba desde 1994, y Morelos, que ganó en 2000.
Al regresar a la oposición, el partido es segunda fuerza en las cámaras de Diputados y Senadores, sólo gobierna tres estados, Baja California, Sonora y Guanajuato -en Baja California Sur, Marcos Covarrubias llegó al poder bajo el emblema del PAN después de militar en el PRD-, mientras en el DF casi desapareció.
En el lapso entre la elección y la llegada del nuevo gobierno federal han sido frecuentes los enfrentamientos entre integrantes de las diversas corrientes, maderistas, calderonistas, conservadores que pertenecen al Yunque.
El senador Francisco Domínguez asegura: “Hay calderonistas, hay maderistas, hay Yunque, hay de todo, pero esos grupos nos estamos empezando a juntar, es un instituto político, no un club de amigos, podemos tener filias y amistad e ir con los posicionamientos de alguien, pero a partir de este momento todos nos unimos”.
Domínguez asegura que al contrario de lo que otros afirman, Calderón no le hizo daño al partido sino que estar en el poder “desgasta”: “Todo mundo comete errores pero el balance que tiene nuestro partido es muy positivo hacia el presidente Felipe Calderón, se perdió el 2 de julio pero lo perdimos todos los panistas… tengo la seguridad de que si entrevistas a los panistas, creo que todos, a excepción de ya sabes quién (en referencia al senador Javier Corral) tienen una excelente opinión del presidente Calderón”.
Hace seis años, Calderón, entre impugnaciones de la oposición y la indiferencia de su dirigente, Manuel Espino -quien tiempo después fue expulsado- recibió el gobierno. Al dejar el poder sólo ofrece a sus compañeros trabajar para que el partido se reponga de sus males. En lugar de un discurso victorioso, dejó en su mensaje al Consejo Nacional lo que puede leerse como su testamento político: “Muy pronto volveré a ser lo que siempre he sido para ustedes, Felipe a secas, y eso me entusiasma más que muchas cosas. Si el partido lo decide y toma la audacia de cambiar a fondo y ahora voy a estar ahí hombro con hombro, contribuyendo con todo a la reconstrucción del partido, y les digo con todo, lo vamos a lograr”.
Cuentas pendientes
Cuando Felipe Calderón buscaba la dirigencia del partido, en 1996, su lema de campaña fue “Ganar el gobierno sin perder el partido”, en referencia a la importancia de mantener los principios de Acción Nacional ante la posibilidad de ganar la Presidencia de la República.
“Paradójicamente este epílogo del 1 de diciembre se contrasta contra esas palabras porque encerraban ese temor al poder; ya lo ejerció el señor Felipe Calderón y podrá opinar con referencia a aquella frase de campaña. La historia es el resultado de nuestros actos”, aseguró al respecto Ruffo.