(Foto: Antonio Cruz)

 

 

Roberto Bolaño (1953-2003) nos salvó de la literatura que perdió vitalidad, dice la periodista y escritora Mónica Maristain desde una incómoda silla de una cafrelibrería usada por las editoriales como sala de entrevistas. “Vino a salvarnos justo en el momento que estábamos boqueando en los últimos estertores; cuando nos hallábamos entregados a la muerte, a releer a los clásicos porque sabíamos todos los pocos secretos del boom y cuando ya habíamos perdido la fe.  Con Los detectives salvajes nos levantó; nos hizo volver a caminar y buscar nuestro destino. Él hizo más que décadas de escritores latinoamericanos inventando brujas que hacían brebajes extraños o fantasmas caminando por el desierto”.

 

 

Ella fue la última que entrevistó al también autor de Nocturno de Chile y Putas asesinas, quien junto con Mario Santiago Papasquiaro y Bruno Montané fundó el movimiento Infrarrealista en la ciudad de México. Ahora vive a cuatro calles de donde vivió Bolaño: “todos los días paso por allí con mis perros”. Vive en la Peralvillo,  calles de riesgo, donde algunos presumen sus logros delincuenciales, donde hay que repetir las mismas respuestas a las mismas preguntas que le hacen todo el tiempo”. Pero esa residencia es más una ética que una estética, una forma de vivir en la ciudad.

 

 

¿Cómo me encontré con Bolaño? La primera vez fue cuando una amiga me dio Los detectives salvajes en un momento en que me había divorciado; me hizo reír tanto que me dije “tengo que leer más de él”. Años después lo entrevistó a través de correos y llamadas telefónicas.  De esa comunicación surgió, precisamente, La última entrevista a Roberto Bolaño. La figura del novelista, poeta y cuentista es ahora una especie de nuevo dios de las letras en español a casi 10 años de su muerte. Maristain ahora presenta su libro El Hijo de Míster Playa. Una semblanza de Roberto Bolaño  (Almadía), un texto sobre el autor de Los detectives salvajes a partir de las personas que fueron importantes en su vida. “La primera vez que escribí sobre él dije que la calle Bucareli, en la ciudad de México, algún día debería de llevar su nombre” y es que el mito del escritor chileno se expande cada vez más gracias a sus seguidores, un efecto al que por cierto compara con los de Borges o Cortázar, a quien sus lectores honraban al sentarse en los parques de París a esperar a que pasara en cualquier momento La Maga. “Ése es el mito del lector. Eso es el posible, lo demás no me interesa a mí”.

 

 

El autor de 2666 era “un hombre que vivía de forma intensa la vida. El murió muy joven, falleció muy pronto, cuando no tenía que morirse”. Maristain  parafrasea la cita de una canción de Luis Alberto Spinetta: “aunque me esfuerce, yo nunca voy a decir que el tiempo pasado fue mejor. Mañana es mejor”, para enfatizar que  “el Bolaño de mañana me interesa más.  El pasado es una ausencia; el presente es un nido de buitres peleándose cada pedazo de su herencia, que los Infrarrealistas, que la mujer, que la novia. El futuro es el joven que lo descubre sin ningún filtro”.

 

 

¿Qué me deja Bolaño? Pregunta y se responde a si misma: “La vida posible que plantea es la de vivir en rebeldía, con intensidad. Esa es la imagen que más me queda, la de Rodrigo Quijadas diciendo: cada vez que alguien se nos hacía insoportable en una discusión uno pensaba aquí debería estar bolaño, pero no está. Esa certeza de la ausencia”. ¿Qué nos deja a los demás, a los que no lo conocimos pero que sus textos nos arrojan a un mundo inconmesurable, vasto, trepidante, extralingüístico? Eso cada uno lo tiene que responder, ya que su mito no se crea ni se destruye, sólo se expande.