Hace doce años no tenía canas, ni arrugas, aún tenía pelo. Podría decir, de entrada, que el saldo de estos doce años fue negativo. Sin embargo, hoy tengo una compañera, un hijo y un hijastro. El saldo es, por mucho, positivo. Leo de manera similar, aunque no tan optimista, el saldo para el país.

 

Hace doce años había un ambiente positivo respecto a la llegada del primer gobierno distinto al monolito político PNR – PRM – PRI. Todos sabíamos que Vicente Fox tenía un gran defecto físico, su lengua. Aún así, el ambiente apuntaba a consensos, no a disensos.

 

Con el paso de esta docena de años las perspectivas cambiaron. En lo político la confrontación se agudizó; un grupo quedó en el radicalismo de asumirse poseedores de la verdad y no sólo no reconocieron a Felipe Calderón por un final de fotografía, tampoco reconocen a Enrique Peña.

 

El país no creció en lo económico como se esperaba, en parte por dos crisis internacionales, una moderada y una de las más profundas. En lo internacional, vivimos problemas graves en las relaciones con Cuba y Venezuela, pero sobre todo nos volvimos anfitriones de fiestas en las que no ganamos nada.

 

El festejo del bicentenario fue desastroso. Ningún monumento nacional estuvo a tiempo. Todo quedó en un desfile que gustó a muchos, pero que se desvaneció en cuanto terminaron los fuegos artificiales. Vaya, incluso a unos metros de la estela de luz prevalece una montaña de basura y a Paseo de la Reforma se le acaba banqueta.

 

Sin embargo, esta semana que terminó vimos algo que nos dice lo mucho que avanzamos como sociedad estos doce años. Se había anunciado la integración del Instituto Nacional de la Mujer como una dependencia más de la Secretaría de Desarrollo Social. Esto generó molestia entre organizaciones relacionadas con el tema de género. El gobierno entrante no defendió su propuesta, aceptaron la postura de mantener la independencia de Inmujeres. Ganó la sociedad.

 

Felipe Calderón dejó un país muy afectado por la violencia, desplazados, decenas de miles de muertos en una guerra sin estrategia. Localidades que antes eran seguras hoy sufren extorsiones, secuestros y la violencia entre distribuidores de drogas. Vicente Fox traicionó la esperanza emanada de la elección de julio de 2000, Calderón confundió Estado de Derecho con Estado de Derecha.

 

Aún así, me parece que la madurez democrática del país, doce años después, es muy sólida: medios de comunicación poderosos e independientes (seguimos sin poder contar a la televisión dentro de ellos); las organizaciones sociales construyen agenda más allá de si simpatizan o no con el gobierno en turno, y se vuelven cada vez más influyentes. En transparencia avanzamos mucho, en rendición de cuentas tal vez no tanto. El país carece de un buen servicio civil para la administración pública, pues se trató de hacer un servicio empanizado cuyo desmantelamiento comenzará en días.

 

Es más probable que Vicente Fox y Felipe Calderón se encuentren entre los peores que entre los mejores presidentes del país. Bajo mi perspectiva, si Calderón no hizo más daño es porque había instituciones, y justo estas instituciones maduraron conforme maduró la democracia.

 

La llegada de Enrique Peña no me entusiasma, como tampoco me habría entusiasmado el triunfo de Quadri, López Obrador o Vázquez Mota. De hecho, en un fortalecimiento institucional del país, el rostro tendría que ser lo de menos. Todavía dependemos del voluntarismo del presidente y necesitamos que los gobiernos federal y estatales oigan mucho más a las organizaciones sociales.

 

Los dos gobiernos panistas me dejan lleno de sinsabores, pero mucho más decidido a mirar la agenda social que la gubernamental, la cual tendría que estarse debilitando como posición del político iluminado, y fortaleciendo como interrelación entre academia, representantes de la sociedad y criterios de sustentabilidad, derechos humanos, eficiencia, entre otros.

 

El paso de los años por mi cuerpo es una evolución necesaria. Buenos y malos gobiernos también lo son. La historia sigue adelante, cambio de página. Bienvenido, Enrique; vete y no vuelvas más, Felipe.

 

@GoberRemes