No es el dinero ni el futuro: la principal preocupación de los mexicanos es la inseguridad. Si la crisis económica en este sexenio se convirtió en el mayor problema de los ciudadanos a partir de 2007, para marzo de 2011 la lista se había invertido y la inseguridad, hasta ahora, permanece como la mayor preocupación.

 

El temor ante este fenómeno se extiende y no distingue clases sociales, de acuerdo con cifras de la Décima Encuesta Nacional sobre Percepción de Inseguridad Ciudadana realizada por Consulta Mitofsky y México Unido contra la Delincuencia: el 68% de los encuestados dice tener miedo a un robo a mano armada; 62% a un secuestro e incluso, el 50% tiene miedo a un atentado terrorista. Mientras la clase alta teme al secuestro más que el resto, en los de estratos más bajos prevalece un mayor temor a un atentado terrorista. En cuanto al robo a mano armada, en todos los niveles se teme por igual.

 

Y el miedo ha actuado. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2012, 63.1% de personas ha dejado de usar joyas para evitar asaltos; 62.1% evita que los niños salgan a la calle y 55.3% evita salir de noche.

 

Entre las cosas que dejó de hacer la gente para evitar ser víctima de un delito fueron ver a amigos y parientes, salir a caminar, tomar taxi, ir al cine o al teatro, salir a comer o a cenar, ir a un estadio y viajar por carretera.

 

Este sexenio vio surgir casos como el de Cherán, Michoacán, -precisamente la entidad al que el presidente Felipe Calderón realizó el envío de tropas al inicio de su gobierno- una comunidad ubicada en una zonas sumamente peligrosa, en donde ante la inseguridad, los pobladores de origen purépecha se han atrincherado y han buscado otra forma de gobierno lejos de partidos políticos.

 

Otro ejemplo de organización ciudadana es Nuevo León, en donde en colonias como la de Sector Cumbres y la del Valle Norte, en San Pedro, los vecinos han buscado la manera de cuidarse a través de varias acciones como la construcción de casetas de vigilancia y la creación de alertas a través de redes sociales.

 

Al otro lado del país, en Guerrero, en comunidades como Olinalá, apenas a principios de este mes, los avisos de presuntos “levantones” llevaron a que los propios pobladores impusieran toque de queda, tomaran el ayuntamiento y buscaran justicia por su propia mano.

 

En todos los ámbitos, la inseguridad ha golpeado a los mexicanos. En cuanto al ámbito económico y empresarial, las cifras dan cuenta de que este flagelo también le cuesta a la economía más del 1% del PIB, de acuerdo a la ENVIPE, realizada por el INEGI y por el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad.

 

En Acapulco, por ejemplo, apenas esta semana la Cámara Nacional de Comercio denunció más de 25 casos de extorsión a propietarios, lo cual ha hecho cerrar a 600 negocios como consecuencia.

 

El cálculo realizado por la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) es mucho menos modesto que el del INEGI y apunta a que el problema de la inseguridad le cuesta a cada habitante 770 dólares por cabeza, lo cual en total representa un gasto que equivale al 7% del PIB nacional.

 

De éstos, el 2.1% es lo que las víctimas le entregan a los victimarios; el .8% lo que se destina al pago de seguros contra la inseguridad.

 

El resto, es decir más del 90% de los recursos, se dedica a la contratación de seguridad.