Brasilia.- Óscar Niemeyer, fallecido hoy en Río de Janeiro a los 104 años, fue uno de los arquitectos más importantes del Siglo XX y su última obra fue inaugurada en abril pasado en Brasilia, la capital que construyó de la nada entre 1957 y 1963.

 

Niemeyer falleció en el hospital Samaritano, del barrio carioca de Botafogo, que visitó en forma recurrente en los últimos años por diversos problemas propios de su edad y en el que en junio pasado murió a los 82 años su única hija, Ana María.

 

Nacido en Río de Janeiro el 15 de diciembre de 1907 como Óscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, se casó en 1928 con Anita Baldo, madre de Ana María y fallecida en 2004.

 

En 2006, con 99 años, contrajo matrimonio con Vera Lucia Cabreira, su secretaria de toda una vida y 39 años menor que él.

 

Su prolífica obra ha quedado marcada por la construcción de Brasilia, proyecto que dirigió desde la primera piedra, y por monumentales diseños regados en cinco continentes.

 

Brasilia está considerada su obra maestra y en 1987 fue declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco.

 

Se graduó como arquitecto en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en 1935 pasó al estudio de Lucio Costa, más tarde su compañero de aventura en la construcción de Brasilia.

 

Sin embargo, quien le marcó como arquitecto fue el franco-suizo Le Corbusier, quien le introdujo en el ideario modernista.

 

Entre 1937 y 1943 realizó el proyecto del edificio de Educación y Salud de Brasil y en 1939 se le encargó el pabellón del país para la Exposición Universal de Nueva York.

 

Con su maestro Le Corbusier, en 1947, se ocupó del diseño de la sede central de las Naciones Unidas en Nueva York.

 

En 1962 trabajó en Europa, Oriente Medio y el Norte de África, donde su principal legado fueron la mezquita, el centro cívico y la universidad de Argel.

 

El Gobierno francés le contrató en 1966 para edificar la Zona con Prioridad para Urbanizar (ZUP) y un año después proyectó la sede del Partido Comunista francés, ambos en París, donde vivió como exiliado político hasta 1974.

 

Entre 1968 y 1975, trabajó en el diseño del edificio de la editorial Mondadori, en Milán, una de sus obras preferidas y que definía como “diferente” y “de mucho impacto”

 

Obra suya también es el “Sambódromo” de Río de Janeiro, que fue inaugurado en 1984 y desde entonces se convirtió en un templo de la samba y el carnaval.

 

Sobre un proyecto del antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, en 1987 levantó el Memorial de América Latina, una construcción de 20.000 metros cuadrados en el corazón de Sao Paulo, donde funcionó durante casi una década el Parlamento Latinoamericano.

 

En 1991 hizo su primer trabajo en Portugal, la sede de la Fundación Luso-Brasileña para el Desarrollo del Mundo de la Lengua Portuguesa, sobre la base de un palacio del Siglo XVIII.

 

Su obra estuvo marcada por la sensualidad de las curvas, pero también por la política y sus ideas comunistas.

 

En 1989, los odios que despertaba su stalinismo llevó a unos desconocidos a destruir un monumento suyo recién inaugurado en homenaje a tres obreros metalúrgicos asesinados por los militares que gobernaron Brasil entre 1964 y 1985.

 

Histórico militante desde la clandestinidad del Partido Comunista de Brasil, no renegó nunca de sus convicciones.

 

“Stalin fue un sujeto fantástico” dijo en una de sus últimas entrevistas, en la que calificó a la extinta URSS como “sesenta años de gloria para la Humanidad”.

 

Entre sus exposiciones destacan la montada en la Fundación Caixa de Barcelona en marzo de 1990, una muestra con 70 fotografías y ocho maquetas que resumía su obra desde la Iglesia de San Francisco de Asís en Belo Horizonte hasta el Memorial de América Latina; y otra en junio de 1995, en la Bienal de Arquitectura de Venecia.

 

Uno de sus últimos trabajos en el Siglo XX fue el proyecto de la sede del Centro Cultural Internacional en Avilés (Asturias-España), conocido como Centro Niemeyer, que causó polémicas por su ubicación, pues en principio se pensaba que sería construido en Oviedo.

 

Recibió numerosas distinciones durante su vida, como la medalla brasileña del Trabajo (1959), la Legión de Honor francesa (1980) y la Gran Cruz de la Orden Militar de Santiago de Espada (1994).

 

Ganó los premios Pritzker de Arquitectura, del Instituto de Arte de Chicago (1988); Lenin (1963); Benito Juárez (1964); Juliot Curie (1965); y también sendas medallas del Instituto de Arquitectura Estadounidense (1970) y del Colegio de Arquitectos de Cataluña (1992).

 

En 1989 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, que fue recibido por su hija Ana María, por el miedo atenazador que ya le causaban los viajes en avión y por el que casi no salió de Río de Janeiro durante los últimos años de su vida.

 

Su última obra fue inaugurada en abril en pasado en Brasilia. Es la Torre Digital, un cilindro de 180 metros de altura con pétalos de concreto que de lejos lo asemejan a una flor propia de las llanuras centrales de Brasil. EFE