Los setenta. Pantalones acampanados, psicodelia y los primeros indicios de la globalización de las marcas que se convertirían en iconos. Fue a mitad de esa década cuando los logos llegaron para quedarse.
Una manzana mordida, una silueta curvilínea de una botella y una frase creada por el ilustrador Milton Glaser. La leyenda de Nueva York había nacido con tres letras y un elemento gráfico. Simplemente: I♥NY.
Quizá no fue la primera marca para una ciudad, pero el logo dejó una huella a nivel internacional –de la mano de la serigrafía y la televisión– y logró su objetivo: generar identidad y sentido de pertenencia para los habitantes de la ciudad; y romper estereotipos para atraer más visitantes a la urbe más famosa de la costa este de Estados Unidos.
El DF
Con este precedente, gobiernos de distintos países se han apoyado en estas imágenes para la promoción turística o para su uso oficial. La ciudad de México no fue la excepción. Sobre todo a partir del replanteamiento en su administración, con la creación de la Jefatura de Gobierno y la posibilidad de que sus ciudadanos elijan a quien dirigirá las políticas locales, dejando atrás a la figura del “regente”.
El cambio más notable se ha dado a través de los gobiernos de izquierda en los últimos 15 años. Inició de la mano del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y su candidato Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien asumió como primer jefe de Gobierno.
Con ello surgió la necesidad de mostrar una nueva imagen a los ciudadanos y también, alejarse gradualmente del logo DDF del antiguo Departamento del Distrito Federal, que se encontraba por doquier y refería a los gobiernos priistas previos hasta entonces.
Estos son los cambios que ha tenido en los últimos 100 años la imagen del gobierno local.
El cambio ha sido paulatino. Primero se utilizó una versión del escudo de armas otorgado por la Corona Española. Pero el cambio más notable fue con el gobierno del también perredista, Andrés Manuel López Obrador, que introdujo una adaptación del Códice Azteca (Mendoza) y por primera vez, un eslogan “México, La Ciudad de la esperanza”.
Escudo según lo establecido por la
monarquía de España.
Con el tercer gobierno de izquierda en la capital, a cargo de Marcelo Ebrard, se inyectaron más colores pero sobretodo el amarillo. Se cambió el águila y la serpiente por una ilustración del monumento del Ángel de la Independencia acompañada del eslogan “Capital en movimiento” y algunas veces de “Ciudad de Vanguardia”.
Así que el entrante gobierno de Miguel Ángel Mancera no se podía quedar atrás y desde sus primeros minutos de asumir la jefatura de Gobierno, refrescó la imagen oficial de la administración capitalina, el 5 de diciembre pasado. Mantiene el amarillo y al Ángel como elementos principales, y sumó unas discretas líneas de colores que rodean la estatua. Y estrena el lema: “Decidiendo juntos”.
Para algunos ha sido una sorpresa poco agradable. Otros lo han aplaudido. De lo que no hay duda, es que funcionó como una señal del cambio de gobierno y alimentó el debate entre los habitantes de la ciudad y los distintos actores sociales capitalinos.
Y todo con sólo una imagen.
LOGO, DISTINCIÓN Y CERTIDUMBRE
Wally Ollins, uno de los gurús del marketing visual y la mente detrás de marcas como Londres 2012 y las marcas-país Portugal, Mauricio, Polonia y Vietnam, resume al logo no sólo como una estrategia de venta, sino también una herramienta para dar coherencia y seguridad a un consumidor o usuario de un servicio o producto, reduciendo la incertidumbre en su elección.
Según el despacho Logo Designs Works, para los usuarios –o en este caso: habitantes del Distrito Federal– un buen logo de gobierno debe inyectar una imagen positiva de la ciudad, con la intención de obtener el apoyo y la confianza de los ciudadanos y también de otras instancias como el poder legislativo local.
Es un punto focal de la estrategia de mercado de una compañía, empresa o gobierno. Y agregan: “No importa qué tan bueno es tu producto. Fallará miserablemente en el mercado si los usuarios no pueden distinguirlo entre cientos de productos similares”.
Estos son algunos de los logos de gobierno de otras capitales en el mundo. Y el de Nueva York, que a pesar de no ser capital, tiene un magnetismo muy peculiar.