Ante las apremiantes medidas de austeridad implementadas en el Viejo Continente, los ciudadanos buscan alternativas de representación política que pueden llevar a soluciones más radicales

 

El reciente anuncio de Julian Assange de convertir a Wikileaks, organización mediática de la cual es fundador, en un partido político en el cual se postularía como candidato al Senado australiano el próximo año, es una de las nuevas caras de la formación política contemporánea, que no sólo se puede observar en la lejana nación de los canguros, sino que también se ha apoderado de una Unión Europea (UE) sumida en la crisis económica y en el aumento de los brotes de xenofobia.

 

La Unión Europea padece la peor crisis desde su nacimiento en 1957, lo cual ha llevado al declive de la calidad de vida de sus ciudadanos que, defraudados por una Europa que no resuelve sus problemas financieros, han dado paso, por un lado, al auge de grupos extremistas de tendiente filosofía nacionalsocialista y anti europeísta y, por otro lado, a partidos antisistema que proponen el software libre y la transparencia radical.

 

Radicalización

 

 

Estos partidos políticos han cobrado relevancia en el actual panorama político europeo, al punto que agrupaciones de clara filiación nazi, que no figuraban dentro de los grupos parlamentarios, han logrado conquistar escaños como es el partido griego Amanecer Dorado que data de 1980, y tiene de líder a Nikolaos Michaloliakos.

 

Las razones subyacentes al empoderamiento de partidos políticos xenófobos son evidentes. La tasa de desempleo en Grecia es del 22%, mientras que en España, es aún mayor, con 26%, teniendo que el desempleo juvenil supera el 22% de toda la Unión Europea. La crisis económica y por consiguiente la política, ha radicalizado al electorado europeo.

 

La legitimidad que cobran los movimientos neofascistas al obtener representatividad en los parlamentos europeos los hace infinitamente peligrosos para la construcción de sociedades progresistas, ya que se conciben como partidos ultranacionalistas que se oponen a la UE. El rechazo a los judíos, que era la médula de estos grupos derechistas nazis, se ha trasladado a los inmigrantes africanos y musulmanes, así como a los gitanos rumanos, convirtiéndose éstos en los grupos más vulnerables durante la crisis.

 

Tampoco podemos dejar de hablar del revuelo que causó en Francia el Frente Nacional, de Marine Le Pen, que representa un sentimiento anti europeísta. Se ha convertido en la tercera fuerza más votada, tras las recientes elecciones presidenciales. Este ultra derechismo defiende medidas como el control de fronteras, restablecer la pena de muerte, proteccionismo económico y el abandono del euro. En política exterior aboga por sacar a Francia de la OTAN y estrechar relaciones con Rusia. Se opone a la existencia del FMI, el Banco Mundial, y la OMC.

 

Los radicalismos en la política europea también se observan en los países nórdicos, que tiempo atrás se habían posicionado como el espacio libre de derechistas xenófobos. El aparente ambiente de tolerancia se vio coartado con los terribles ataques en Oslo, Noruega, en julio de 2011, donde el islamófobo, Anders Behring Breivik, masacró a 77 personas.

 

A Siv Jensen, la incendiaria líder del derechista Partido del Progreso noruego, le conmocionó que el asesino de Oslo, había militado durante años en sus filas. “Duele saberlo”, comentó cuando le dieron la noticia. “Lo que ha ocurrido es una terrible tragedia y lo importante es que los noruegos estemos juntos”.

 

Sin embargo el Partido del Progreso es el alumno aventajado de una ideología contraria a la migración y a los musulmanes, con un programa muy bien representado en los países nórdicos, donde hoy crece el número de quienes se sienten amenazados por gentes venidas de fuera con culturas y religiones ajenas. El último en sumarse a esa familia en expansión de los ultranacionalistas ha sido el partido de los Auténticos Finlandeses, encabezado por Timo Soini con un programa hostil a la UE y contrario a transigir con los países del sur, aunque al final haya aceptado que Finlandia sea solidaria con el plan para rescatar a Grecia.

 

En los Países Bajos (con la figura estelar de Geert Wilders, el ídolo antiislámico de Breivik), la derecha nacionalista y xenófoba tiene ahora unos resultados que convierten a muchos de estos partidos en fuerzas con gran capacidad de influir en las decisiones políticas, en ocasiones desde el propio Gobierno, como la Liga Norte en Italia que actualmente se ha desligado del ex presidente Silvio Berlusconi, de quien era cercano.

 

 

Los piratas

 

 

En cuanto a las opciones consideradas como de extrema izquierda también ganan adeptos, y de los Países Bajos fluye una gran cantidad de seguidores hacia movilizaciones contra el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Parlamento Europeo.

 

Uno de los fenómenos que ha tenido auge en Alemania es el antisistema que va de la mano del Partido Pirata Alemán, que cuenta con más de 20 mil afiliados. El Partido Pirata surgió en Suecia en 2006 pero ha sido en las tierras de Angela Merkel donde ha cobrado mayor importancia. Sus éxitos más recientes se deben a la entrada en el Parlamento del länder de Berlín y en el de Sarre. Su esencia es ser un partido de protesta, promulgando la transparencia y la participación como elementos regeneradores de la acción política.

 

En las últimas elecciones, el estado de Renania del Norte-Westfalia, consiguió posicionarse, por número de votos, como el quinto partido más votado con 7.8% aproximadamente, y con 20 diputados en ese Estado. El movimiento pirata está ganando terreno en Europa a una velocidad impresionante. Ahora es posible que la rama alemana pueda convertirse en el tercero en la política de la nación.

 

En sus programas electorales podemos ver su interés por internet y por los derechos de autor. Este partido ha calado de manera excepcional entre los jóvenes debido a los nuevos métodos que representan “transparencia y permeabilidad”, utilizan un sistema de participación a través de internet que permite que cualquiera pueda acceder a sus propuestas y participar de ellas en sus decisiones. Este sistema de participación en línea para la formulación y votación de políticas públicas es llamado Liquid Feedback. Los piratas han crecido exponencialmente, como una red social, tienen una vocación transversal y consideran anticuada la distinción entre derecha e izquierda.

 

Algo que se ha criticado del movimiento pirata es que, a pesar de que reúne a un amplio espectro de personas que van desde los ciberizquierdistas a libertarios, no ha planteado ejes de trabajo que vayan más allá de la propiedad intelectual y la transparencia en internet, como serían otras temáticas esenciales para las masas: economía, vivienda, salud, educación, etc., que son igual o incluso más importantes.

 

En Berlín también lucen los partidos izquierdistas, el nuevo: La Izquierda, significa la implantación de un quinto partido en la política alemana, a la par de ser un gran desafío para el Partido Nacional Demócrata (NPD, por sus siglas en alemán) por los votos que puede perder. Se proclaman como socialistas auténticos frente a un NPD que “ha desmantelado el Estado Social”.

 

En Dinamarca, resalta el Movimiento Popular contra la Unión Europea, que intenta liberar al país de su pertenencia a la UE. Es una organización de centro-izquierda euroescéptica fundada en 2005 para hacer avanzar el debate acerca de cuestiones europeas. Se opone a una política basada en el mercado, lucha contra la pobreza, el militarismo y el racismo.

 

El euroescepticismo en Grecia viene de la mano del Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo, italiano de extrema izquierda. Éste es partidario de la salida del euro y del derrocamiento de la clase política italiana. Parece ser que Cinco Estrellas va camino de convertirse en la segunda fuerza política en Italia. El partido fundado en 2009, defiende férreamente la vuelta de la lira.

 

Ante la ola de nuevos movimientos políticos que buscan desplazar a los partidos tradicionales existe un riesgo real de un aumento del euroescepticismo y el populismo xenófobo, pero también hay una oportunidad para reconstruir la democracia europea.

 

 

Visita nuestra versión impresa en línea aquí.