A todos los automovilistas, sin duda alguna, les duele pagar una gasolina cada mes más cara. Hay la percepción de que la gasolina en México es injustamente cara y que no hay proporción entre ser un país productor de petróleo y tener que pagar alrededor de 11 pesos por litro.

 

La realidad es muy distinta. Independientemente de la baja productividad de las refinerías de Pemex, cuyo costo de producción es más alto que en la refinería texana de Deer Park, de la que Petróleos Mexicanos es socio, en casi cualquier país la gasolina es más cara que en México.

 

Llenar un tanque de combustible de 50 litros cuesta en México 540 pesos, en Venezuela no pasa de 15, pero en Noruega o Dinamarca supera los 1500 pesos.

 

México es un importador neto de gasolinas. La mayor parte de la gasolina que consumimos se compra en el exterior, y se compra a precios de mercado. Además, respecto a la gasolina que sí producimos y consumimos, siempre está la posibilidad de exportarla y venderla a precios de mercado y no al precio subsidiado de nuestro país.

 

Vender la gasolina Magna a 10.90 pesos implica un sacrificio para las finanzas públicas. Ese sacrificio costó en 2012, 206 mil millones de pesos. ¿Dónde están mejor puestos para el desarrollo del país estos 206 mil millones de pesos, en la gasolina o en otros proyectos?

 

El problema con la inercia de una gasolina que tiene tan elevado subsidio es que no se está evaluando dónde se ubican mejor esos recursos. Llevamos varios años consecutivos con subsidios multimillonarios a la gasolina. Hay países que obtienen recursos fiscales con impuestos elevados a la gasolina, estos recursos pueden financiar ya sea la infraestructura para el transporte (propósito final del uso de la gasolina) o simplemente el desarrollo del país. Nosotros ni siquiera nos damos la oportunidad de evaluar esos impuestos, la pagamos casi siempre por debajo del precio internacional (salvo pequeñas ventanas de tiempo en las que ha caído el precio del petróleo).

 

El investigador Todd Litman hace un análisis sobre precios de la gasolina y el desarrollo de un país, y concluye que encarecer la gasolina favorece el desarrollo. Los países con gasolina cara tienen ingresos per cápita más altos, no como causa sino como efecto de los precios elevados. Suena raro, tal vez, pero lo que provoca es que una gasolina cara reduce las distancias y nos lleva a un uso más eficiente de un bien escaso y necesario, lo que se traduce en mayor productividad.

 

Algunos dirán, Bueno, si baja el precio del petróleo nos van a bajar el precio de la gasolina. Haría sentido, hasta cierto punto, pero nos mantiene en la pregunta ¿dónde tenemos mejor empleados los recursos de una gasolina barata?

 

En todo caso, el país debería contar con una política clara y de largo plazo respecto al precio de la gasolina. No llamo a un alza abrupta, pero sí considero que las alzas deberían mantenerse por mucho tiempo, y los ingresos adicionales favorecer el desarrollo de medios de transporte alternativos al automóvil, buscando incrementar la productividad nacional y el uso eficiente de los recursos energéticos.

 

Lo que tenemos hoy, se vea o no, es una política que quita recursos de los más pobres y se los da al 20% más rico. Para los políticos siempre parecerá heroico hablar de abaratar la gasolina, pero hoy una gasolina cara nos puede ayudar más a desarrollar al país que una barata. Aunque no nos guste pagarla cada vez que entremos a la gasolinera.

 

@GoberRemes