Resulta interesante el grado de concordancia entre las ideas que se vertieron en los respectivos discursos que rindieron el presidente Enrique Peña y Enrique Cabrero, durante la toma de posesión de éste último como director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) el pasado 3 de enero.

 

El Ejecutivo federal presentó una serie de oportunidades para aplicar los recursos que fueron aprobados el pasado mes de diciembre como inversión para la ciencia, la tecnología y la innovación. Dijo que al CONACYT (Ramo 38) se destinarán este año 28 mil 312 millones de pesos, lo que significa 13% de incremento con respecto al año anterior. De estos recursos, la mayor parte se aplicará a los programas sustantivos del Consejo: 7 mil millones de pesos para el Programa de Becas de Posgrado y otras modalidades de apoyo a la calidad; 3 mil 148 millones de pesos para el Sistema Nacional de Investigadores; 2 mil 500 millones de pesos para la creación del Programa para el Desarrollo Científico y Tecnológico, y 3 mil millones de pesos al Programa de Innovación Tecnológica para negocios de alto valor agregado. El resto, se destinará a una serie de apoyos para actividades científicas, administrativas y de infraestructura.

 

Tanto el Presidente de la República como el nuevo titular del CONACYT coincidieron en que urge aplicar al menos cinco acciones para activar al sector y propiciar la aplicación de innovación en las unidades productivas e incrementar las capacidades regionales, estatales y nacionales en la materia.

 

Peña Nieto señaló que es necesario: 1) Aumentar el presupuesto de ciencia, tecnología e innovación hasta llegar en los próximos 10 años a 1.2% del Producto Interno Bruto (PIB) como inversión para el sector; 2) Diseñar políticas públicas diferenciadas para impulsar a regiones y estados, con base en las capacidades y las vocaciones de cada cual; 3) Consolidar el Sistema Nacional de Investigadores y apoyar sus redes y grupos de investigación; 4) Concretar un auténtico Sistema Nacional de ciencia, tecnología e innovación, y 5) Fortalecer los mecanismos de vinculación entre el sector productivo y la academia.

 

Por su parte, el nuevo titular del CONACYT señaló como puntos débiles del sistema científico, tecnológico y de innovación nacional: primero, México tiene uno de los niveles más bajos de inversión para insertarse en la sociedad del conocimiento. Por ejemplo, en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ocupamos el penúltimo lugar.

 

Segundo el diseño del sistema adolece de una normatividad que no contribuye al aprovechamiento de los esfuerzos que se han venido dando, tanto en la formación de nuevos investigadores como en la generación de conocimiento en las instituciones de educación superior o los centros de investigación. Un aspecto que agrava esta situación es la falta de programas de vinculación efectiva y exitosa. No hemos sabido vender y transformar en producción lo que la ciencia genera.

 

Tercero, hay ausencia de una política de Estado para la ciencia, la tecnología y la innovación que sea de largo aliento y pueda trascender inercias y condiciones políticas, culturales y sociales, de cada sexenio.

 

Cuarto, al sistema le falta agilidad institucional: su aparato burocrático juega en los hechos a contracorriente de las necesidades de integración de los sectores académicos, sociales y empresariales, así como de sus expectativas y aspiraciones de alcanzar mejores condiciones de bienestar.

 

Y quinto, instituciones y actores de los sectores académico y empresarial se hallan en un estado de interconexión; muy lejos de una genuina red de políticas públicas que bien podrían agregar valor a lo que producen.

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