El 11 de diciembre de 2007, en Miami, agentes del FBI arrestaron a cuatro venezolanos y a un uruguayo por haber amenazado al ciudadano venezolano-estadunidense Guido Alejandro Antonini Wilson: “Tus hijas están en riesgo”, le advirtieron. La frase forma parte de una conversación grabada en el restaurante Las Olas, también en Miami, entre Carlos Kauffmann, Franklin Durán y el propio Antonini.
Cuatro meses antes, el 4 de agosto, Guido Antonini arribó procedente de Venezuela al aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires, en un avión fletado por la compañía petrolera venezolana PDVSA con una maleta conteniendo 800 mil dólares no declarados ante la aduana. Su destino era electoral: alimentar la campaña de la entonces candidata presidencial Cristina Kirchner. Rodolfo Wenseelem fiscal federal de Estados Unidos reveló que Kauffmann, Durán, junto a Moisés Maionica y Rodolfo Wenseele trabajaban como “agentes de la República Bolivariana de Venezuela”.
En el restaurante Las Olas, los agentes venezolanos le ofrecieron a Antonini dos millones de dólares a cambio de mantener encubierto el nombre del destinatario del dinero. Demasiado tarde: la penetración en la soberanía argentina, del gobierno vigía de su propia soberanía –venezolana-, se había concretado.
Así sucedió también con Ecuador. El 2 de marzo de 2008, el ejército colombiano implementó la llamada Operación Félix, que consistió en atacar un campamento del grupo terrorista de las FARC instalado en territorio ecuatoriano. Durante el ataque murieron 17 teroristas, entre ellos, Edgar Devia, alias Raúl Reyes. El ejército colombiano, encabezado en aquel entonces por el hoy presidente Juan Manuel Santos, pudo localizar el campamento gracias a una intervención telefónica entre Reyes y el presidente Hugo Chávez. Colombia violó tratados internacionales, Chávez también.
A la biodiplomacia chavista que corre por los nodos argentinos y ecuatorianos, se le agregan los bolivianos y nicaragüenses. Son cuatro de los varios vectores que siempre pasan por Cuba y que, en su totalidad, se les puede denominar red chavista. Es éste, el país de Fidel Castro, con quien Hugo Chávez solidificó su modelo político; la relación entre ambos países rebasa al viejo paradigma de la diplomacia que asimila a los aspectos comercial, político y cultural. En realidad, alcanza los niveles simbióticos. La biopolítica del presidente Hugo Chávez imita deliberadamente a la de Fidel Castro. Sin Guerra Fría ni la red de dictaduras latinoamericanas, a Chávez sólo le queda el recurso de la retórica con la que penetra a la mente de la ciudadanía ávida de milagros.
La primera víctima
A lo largo de 14 años de gobierno, el presidente Hugo Chávez ha implementado una diplomacia cuyo ornamento es anti estadunidense y su contenido es petrolero. Para solidificar sus deseos de instalar un eje revolucionario bolivariano, Chávez acordó con el entonces presidente Castro la formación de un bloque regional de países que detonara mayor comercio entre ellos, pero sobre todo, que juntos lograran convertirse en un sólido basamento ideológico sobre el que posara la propia figura icónica de Hugo Chávez. Así nació la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) el 14 de diciembre de 2004. Dos años más tarde se adhirió Bolivia y, posteriormente, Nicaragua, Honduras, Ecuador, Nicaragua, San Vicente, Dominica, Antigua y Barbuda. La correlación ideológica entre ellos se desplaza entre una izquierda nacionalista y un personismo desbordado.
En el pensamiento castrista, para combatir a bloques económicos, hay que crear bloques políticos.
La codependencia entre Cuba y Venezuela podría ser la primera víctima tras el inestable inicio del tercer gobierno. Es Cuba la inspiración de Chávez; es Venezuela la fuente de liquidez económica para Cuba.
Para Cuba, Venezuela representa casi 50% del destino de sus exportaciones (66% si se limita a América) y 40% de sus importaciones (según los últimos datos del Anuario estadístico de Cuba, edición 2011).
“Un cambio (en el gobierno de Venezuela) afectaría a Nicaragua y Cuba que son los más dependientes de la ayuda venezolana”, sostiene Guillermo Guajardo, investigador de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Cuando Daniel Ortega regresó a la presidencia en 2007, el comercio entre Nicaragua y Venezuela no superaba los 43 millones de dólares. En 2008 se incrementó en poco menos de 900%.
“Pero los problemas económicos (actuales) de Venezuela, ya hacen inviable, sostener en el mediano, y de locura, en el largo plazo a ambos países; la mala gestión y malos negocios, como la venta de petróleo a China, hacen insostenible la ayuda, en especial si eso significa un deterioro social en Venezuela”, agrega Guajardo, especialista en estudios políticos latinoamericanos.
Venezuela es el país con mayores reservas petroleras del mundo. Por día, produce 2.5 millones de barriles y le vende a Cuba, con precio subsidiado, 100 mil barriles de crudo al día. Llenar un tanque de gasolina en Caracas resulta más barato que comprar una Coca Cola. Los subsidios hacen milagros pero alguien los tiene que pagar. El déficit fiscal de Venezuela es poco menos del 20% del PIB y su deuda con el exterior crece a pasos agigantados: desde 2003 ha crecido diez veces. La inflación anual es de 30%.
El precio del petróleo, con la hipotética muerte de Chávez, sería menos vulnerable que con su presencia en un hospital cubano, dejando en Caracas, ahora sí, una batalla entre chavistas. Los mercados han asimilado la gestión de PDVESA desde el Palacio de Miraflores, la residencia presidencial, en parte, porque la retórica antiyankee de Chávez no la aplica en el comercio de petróleo que sostiene con Estados Unidos.
Desde Cuba, es probable que Raúl Castro haya pactado con Hugo Chávez la continuidad de los contratos petroleros. El presidente in pectore para Cuba es Nicolás Maduro. La transición será sensible porque, al parecer, los enemigos de casa irán apareciendo cuando se percaten de que Chávez no regresará a Caracas. El primero en la lista es el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello.
Guillermo Guajardo sostiene que, para el eje chavista, “el impacto más profundo (sin la presencia de Chávez) será la falta de un referente y liderazgo ideológico poderoso cuya unidad se sostenía en la presencia y retórica única y personal de Chávez, para eso no hay sucesor. No lo será la insípida y aislada política regional de la presidenta brasileña, ni el mal humor del presidente ecuatoriano, ni el repetitivo Evo Morales, ni el impresentable Daniel Ortega ni el ya cansado y apacible ejecutivo uruguayo”.
El eje chavista sin Chávez comenzaría a degradarse por la desaparición de la figura icónica a pesar de que Nicolás Maduro mantenga las ventajas comerciales e incentivos discrecionales en el interior de la red chavista. Si la presión internacional logra catalizar la transición, es probable que Henrique Capriles asuma la presidencia cambiando radicalmente las condiciones de comercio.
Guillermo Guajardo apunta que Chávez tuvo “la fuerza y la perspectiva para impulsar” sus ideales políticos, “pero el resto no, no con la devoción del militar-historiador admirador de Bolívar”.
La geopolítica del caos en espera del destino de la biopolítica bolivariana.