Lo que hace excepcional a un director como Michael Haneke es que su cine versa sobre las cosas que rara vez queremos ver. Auténtico provocador, lo suyo es confrontar al público con aquello que le es incómodo, molesto, doloroso, incluso repugnante o de “mal gusto”. Todo un conjunto de cosas en las cuales no queremos detenernos a pensar pero que no por ello dejan de existir.

 

Amour es la confrontación más directa que Haneke haya tenido con su público. Esto va más allá del juego de resistencia en Funny Games , del sadismo de The Pianist o el enigma incómodo en Caché (por mencionar sólo algunas de sus cintas). Aquí se trata de algo más cercano. Esto no es un juego, esto nos sucederá tarde o temprano, nos está pasando a cada minuto. Es no olvidar que todos vamos a morir; todos, incluso aquellos a quienes amamos más profundamente.

 

Anne y Georges (tan legendarios como extraordinarios Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant) son una octogenaria pareja de profesores retirados. Refinados y cultos, su vida trascurre entre la música y los libros de su elegante (aunque nunca fastuoso) departamento parisino. Se adivina han vivido juntos toda una vida, pero a pesar del tiempo, aún hoy día encuentran el espacio para expresar (“Que hermosa te ves hoy”) el amor que se profesan.

 

Cual ladrón en la noche, la enfermedad pronto asaltará su hogar. Anne comienza a tener síntomas de parálisis. Vendrán los doctores y las operaciones. Luego vendrán la súplica y la promesa. Anne le pide a Georges no permita la lleven a un hospital mas, se quiere quedar en casa, pase lo que pase.

 

Haneke rápidamente sitúa el escenario y – fiel a su estilo- lo llevará a sus últimas consecuencias, por dolorosas que sean para todos: sus actores, su fotógrafo, su público. No dará tregua en este viaje en el que, contrario a lo que pudiera pensarse, no tiene cabida el melodrama, la lágrima fácil, la condescendencia o la condena.

 

Haneke destroza a su paso todas las preconcepciones que el cine occidental (el de Hollywood, pues) nos ha machacado sobre el amor. Lo que en otro momento pudo ser un romántico abrazo, aquí y ahora es la única forma en como Anne puede levantarse de su silla: mediante un abrazo firme de Georges que literalmente la carga a su cama.

 

La imagen es cruel. No importa el refinamiento, no importa la cultura, no importa nada de lo que hayas hecho en tu vida, al final de los días y con el ladrón merodeando a las afueras de la casa (o en tus sueños), todos terminaremos usando pañales para adulto, dependiendo de otros para bañarnos, reducidos a un costal de recuerdos que apenas puede balbucear dentro de un cuerpo que se rehúsa a responder.

 

Es en ese escenario en el que le interesa hablar a Michael Haneke sobre el amor. Porque es muy fácil hablar del amor juvenil, del amor cándido, de aquel de escapadas furtivas y de besos robados; pero no es tan fácil asumir las consecuencias del amor. Para Haneke el amor es sacrificio y Georges estará dispuesto a cumplirlo.

 

Esta no es una película para débiles, no es un viaje placentero ni una cinta para aquellos que quieren divertirse el fin de semana. Esto es una invitación a la parte más obscura pero más valiente, dolorosa, agotadora de aquello que llamamos amor. Si usted no quiere detenerse a pensar en ello, es entendible y será mejor que se aleje, definitivamente, de esta película.

 

AMOUR Dir. Michael Haneke

5 de 5 estrellas.

Con: Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant, entre otros.