Eduardo Medina Mora, quien sin ser militante panista sirvió a dos presidentes del PAN, salió por la puerta de atrás del gabinete de Felipe Calderón, derrotado en una lucha franca por el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y repudiado por el equipo presidencial por haberse negado a emprender una cacería de gobernadores priistas previo a las elecciones de 2009. Su disputa con García Luna quedó resuelta con el tiempo, pero la tensión con el calderonismo jamás. “¿Por qué lo mantiene el Presidente si trabaja para (Enrique) Peña Nieto?”, se quejaban algunos cercanos a Calderón.
Medina Mora nunca había trabajado para Peña Nieto, hasta ahora que es Presidente y estará bajo su mando como embajador ante la Casa Blanca. Medina Mora lo conoció como gobernador cuando él era procurador general, y pese al poco tiempo de relación, forjaron una amistad. Durante la campaña presidencial, Peña Nieto lo consultó varias veces sobre temas de seguridad e inclusive, escribió el borrador de un artículo que afinó y publicó el entonces presidente electo en el Financial Times.
Su nombre era mencionado en la prensa durante la transición como posible secretario de Seguridad Pública, cuando llegó Peña Nieto a Londres en octubre pasado como parte de una gira a Europa como presidente electo. La visita fue rápida, pero la noche en que pernoctó Peña Nieto, cenaron en la casa del embajador, donde al final de una charla relajada, le preguntó qué le gustaría hacer en su gobierno.
Medina Mora, cauto, le comentó, ya le había enviado un mensaje a través de colaboradores de Peña Nieto que lo habían visto poco antes en Londres, donde decía que en cualquier cargo, menos secretario de Seguridad o procurador general. Ambos cargos ya los había ocupado; el primero en la parte final del gobierno de Vicente Fox, y el segundo durante más de la primera mitad del de Calderón.
El embajador había tenido una trayectoria en el servicio público muy corta, pero larga en el sector privado. Hijo de un ex presidente de la Barra Mexicana de Abogados, se graduó también como abogado. En esa calidad coordinó el grupo consultor jurídico del gobierno mexicano durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, particularmente en los temas agrícolas. Después trabajó nueve años como director de Planeación Estratégica del Grupo Desc, que está en el negocio inmobiliario, alimentario, productos de consumo, químico y auto partes, y fungía como director general adjunto de Desc cuando fue invitado al gobierno de Vicente Fox.
Llegó a través de los head hunters que utilizó Fox para algunos miembros de su gabinete, y recomendado por el Consejo Mexicano de Hombre de Negocios, al que durante una década les preparó semanalmente un documento de análisis político y económico. Años después, le dijo a una publicación diplomática londinense que esa invitación había sido “una oportunidad imposible de soslayar”. La recomendación empresarial a Fox de que era una persona muy analítica lo llevaron al Cisen, por iniciativa del entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, que sorprendió con el nombramiento.
Su paso por el Cisen fue controvertido, y lo señalaron como causante del despido de cientos de agentes y el desmantelamiento de la inteligencia humana. Medina Mora siempre negó esa imputación, y también que hubiera afectado las tareas del Cisen. En la parte final del sexenio de Fox lo nombraron secretario de Seguridad Pública al morir el titular Ramón Martín Huerta en un accidente. Al cambio de gobierno, Calderón lo nombró procurador general, luego que en la etapa de transición había recurrido mucho a él para los enlaces con las agencias de inteligencia estadounidenses, con las que Medina Mora había establecido una buena relación.
Su ascendencia le permitió recomendar a García Luna en sustitución de Jorge Tello Peón cuando el secretario de Seguridad Pública designado por el presidente entrante declinó el cargo por razones de salud, pero la buena relación que tenían se fue tensando mientras avanzaba la guerra contra el narcotráfico. El conflicto era tan crítico, que el entonces embajador de Estados Unidos, Carlos Pascual, informó al Departamento de Estado –en un cable en julio de 2009 difundido por WikiLeaks-, que no había prácticamente intercambio de información entre las dos dependencias, lo que afectaba la estrategia del combate a criminales.
En la primera parte del sexenio, Medina Mora predominó sobre García Luna, pero el descubrimiento de la corrupción en Subprocuraduría encargada de combatir a la delincuencia organizada en octubre de 2008, la llamada “Operación Limpieza”, le costó políticamente en Los Pinos y la correlación de fuerzas con su adversario se modificó. Menos de un año más duró en el cargo y Calderón lo hizo embajador ante el Reino Unido, una de las embajadas más importantes de México.
“No podía no darle nada”, recordó uno de los colaboradores del Presidente. “Sabía demasiado”. No obstante, Calderón lo maltrató, y en un principio ni a su secretaria le permitieron llevarse. García Luna, con quien ya había restablecido la relación, lo apoyó administrativamente.
Medina Mora mantenía sólida la relación con Peña Nieto. Estrecha, cálida y familiar, aquella cena en Londres subrayaba su amistad. Cuando Medina Mora le habló sobre el mensaje de que a Seguridad Pública no quería ir, le comentó que deseaba estar más cerca de sus hijos. El mayor, actualmente trabajando en Nueva York, estudiaba en la Universidad de Yale, y una hija se encontraba –y aún estudia- en el Reed College, una universidad privada en Portland, Oregon.
Para Peña Nieto, que lo imaginaba como secretario de Relaciones Exteriores, le quedó claro que lo que quería no era la cancillería, sino la Embajada de México en Washington. No debía preocuparse, le mandó decir. El problema ya no sería para el embajador, sino para el Presidente. Aquella cena cambió la suerte también de José Antonio Meade, quien iba a ser el jefe de Oficina en Los Pinos, y terminó de canciller.
No cambió la del embajador Arturo Sarukhán, quien acusado de operador del gobierno de Calderón en Estados Unidos contra del PRI y Peña Nieto –algo que siempre ha negado-, sabía que no tenía futuro en la nueva administración.
Medina Mora fue ratificado en forma unánime por la Comisión Permanente, y el beneplácito de Washington se hizo con celeridad. Lo conocen muy bien en los círculos de inteligencia y en el Capitolio, por el trabajo realizado durante dos administraciones, y no tendrán problemas con él. Hay funcionarios estadounidenses que nunca perdieron contacto con él en Londres, por lo que sus relaciones se mantienen intactas, sin problema alguno para empezar un trabajo sin dejar espacios vacíos.