Hace 10 años pisó México por primera vez. Venía de turista y le gustó el país. Dos años después regresó, se hizo novia de un secuestrador y cayó en la cárcel.

 

El miércoles pasado, a las 9 de la noche y cinco minutos, Florence Cassez salió de México, pero de un modo bien distinto al que llegó. Iba de prisa y recelosa, había llegado al aeropuerto en camioneta blindada y con chaleco antibalas, y subió al avión de Air France escoltada por policías federales. Llevaba dos documentos bajo el brazo: el de “retorno asistido”, tramitado por el Instituto Nacional de Migración; y el más importante: un amparo “liso y llano”, que decía que estaba libre porque las autoridades mexicanas hicieron un chiquero con su proceso. No porque fuera inocente.

 

Viajó hasta enfrente del avión, sentada en primera clase. Iba acompañada de su padre y de su abogado.

 

El vuelo fue directo y llegó al aeropuerto Charles de Gaulle unos minutos antes de las 2 de la tarde, tiempo de París. Voló rápido: acá en México eran las 7:15 de la mañana y ni siquiera le había dado tiempo de reaccionar al presidente Enrique Peña Nieto.

 

Y ahí, en el principal aeropuerto de la capital francesa, se borraron los siete años de cárcel que Cassez había vivido en el penal de Tepepan, acusada -y condenada- por secuestro. Allá, en París, fue recibida como heroína. La hicieron pasar por una alfombra roja en el Pabellón de Honor, ubicado junto al aeropuerto y por el que únicamente transitan diplomáticos. Fue a recibirla el canciller de su país, Laurent Fabius, y se le comunicó que estaba cordialmente invitada al Palacio del Elíseo, para que hoy se reúna con el presidente Francois Hollande (quien ya había dicho que el regreso de la hija pródiga ponía fin a un periodo particularmente doloroso).

 

Ya no era la tímida mujer que pedía la revisión de su proceso: “Es una gran victoria para los mexicanos”, dijo. “Luché contra todo un gobierno”, abundó. “Creo que fui declarada inocente por la Corte, que decretó mi libertad total y absoluta”. Eso sí, dijo que regresaría a México “para ‘dar la cara’, como se dice allá. No tengo nada que esconder”.

 

En Francia, líderes de opinión como Dati, Guéant, Buffet, Cazeneuve y Chatel ya habían elucubrado al respecto: ¿a quién habría que colgarle la medalla; a Sarkozy o a Hollande?

 

Y comenzaron las entrevistas. Con la televisora BFM insistió en la falacia de que había sido declarada inocente, y dijo que se dedicaría a disfrutar de los suyos. Y más tarde habló con TF1, donde rememoró los siete años presa. Y, ahí, en el foro, apareció como hace siete años no lucía: Con el pelo suelto y arreglado, ligeramente maquillada, con una chamarra de cuero azul. Y sonriente.