A sus 87 años, murió Marcos Mazari Menzer, uno de los científicos más importantes del país que contribuyó fuertemente al estudio de la energía nuclear y a la búsqueda de soluciones a problemas estrechamente vinculados a la vida nacional, como el abastecimiento de agua potable y el hundimiento de la ciudad. El Instituto de Física de la UNAM reporta la pérdida.
Mazari, ingeniero civil y físico experimental, nació en la ciudad de México el 16 de junio de 1925. Se graduó como ingeniero (1953) y como físico (1956) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y estudió un par de años de la carrera de matemáticas en la misma institución.
Hizo una maestría en mecánica de suelos y estructuras y realizó estudios complementarios en la especialidad de física nuclear en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), en el que ejerció la investigación y se desempeñó como profesor afiliado (1969-1975).
UN COMPROMETIDO
Desde 1948 fue profesor del Instituto de Física de la UNAM y en 1954 se formalizó como investigador del mismo. Mazari fue parte del IFUNAM por más de 50 años y uno de los responsables, junto con el rector Nabor Carrillo, de que el Instituto adquiriera en 1953 el primer acelerador del país, un Van de Graaf de 2 millones de voltios que sería el origen de la física nuclear experimental en México, y que llegó, incluso, cuando nadie sabía casi nada de aceleradores.
Sus colegas lo describían como un hombre totalmente comprometido con su trabajo que no tenía empacho en sacrificar, incluso, sus horas de sueño por dedicarlos a sus dos grandes pasiones: la ingeniería y la física. “Para él, un científico es aquél que se dedica por completo, libre y desinteresadamente a sus actividades. Es un fiel amigo, transparente en su trato, escrupuloso en dar crédito a quien lo merece y modesto en reconocer su propia obra”, escribieron.
ESFUERZO POR “EL MÉTODO DE LA MOSCA”
El mismo Mazari reconocía, con modestia, su ímpetu por el trabajo. En uno de sus textos recomendaba lo que bautizó como el “método de la mosca” que llevaban a cabo él y su colega Raúl J. Marsal cuando analizaban el desarrollo de presas en el país.
Ir a la presa, inspeccionarla, recorrerla toda, supervisar todo, hacer un informe sobre lo visto y sobre lo que faltaba, recorrer otras y, después de un tiempo, volver para hacer la misma rutina. “A eso le llamo el ‘método de la mosca’: estar duro y duro”.