Las leyes energéticas de México son obsoletas y no benefician al país ni a la industria ni tampoco al pueblo, pues los recursos naturales que existen no pueden ser explotados como se debería, dice en entrevista con 24 HORAS Aviezer Tucker, director adjunto del Energy Institute de la Universidad de Texas, en Austin.

 

En ese sentido, explica que México necesita una reforma que le permita abrirse a la inversión extranjera, única opción para poder proveerle las tecnologías que necesite para desarrollar nuevas energías, como el gas de esquisto, conocido como gas shale.

 

Tucker publicó en diciembre pasado un artículo en la revista Foreign Affairs, titulado The New Power Map, en el cual explicó que los países que dependen de la exportación de energía, como México, Venezuela, Rusia y Arabia Saudita, están fuera del nuevo mapa del poder que se conforma alrededor de la extracción del gas shale.

 

Según él, la revolución hacia las energías no convencionales, como este combustible, está haciendo bajar los precios de los energéticos aceleradamente, lo que está transformando la economía estadunidense.

 

Gracias a estos bajos precios del gas natural, Estados Unidos prevé retirar una sexta parte de su capacidad de generación de energía de carbón para 2020, convertir miles de autos hacia el gas comprimido, así como construir y repatriar desde China fábricas de químicos, plásticos y fertilizantes que usan el gas natural como materia prima y combustible.

 

EL PROBLEMA DE MÉXICO

 

“El problema en México son las leyes obsoletas que no le permiten aceptar la inversión extranjera. Son medidas coloniales. Ahora son arcaicas, porque el país no puede usar los recursos que tiene. Entonces no benefician a nadie”, dice vía telefónica desde Austin, Texas.

 

Tucker cree que México debe importar leyes como las que existen en Noruega para permitir la inversión privada y extranjera en la industria gasera y petrolera. De esta manera, se beneficiará al pueblo, al gobierno y a las compañías, además de aumentar los ingresos nacionales del país.

 

“En el caso de México, debido a su cercanía con Texas, podrían crear convenios con pequeños productores texanos e intercambiar servicios de ambos lados de la frontera”, explica.

 

De acuerdo con la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés), México es el cuarto lugar en recursos de gas shale con reservas calculadas en 681 billones de pies cúbicos.

 

Las reservas de gas de esquisto se encuentran en el noreste y el este del país, es decir, en Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz. Pemex lo divide en cinco regiones: Chihuahua, Sabinas-Burro-Picachos, Burgos, Tampico-Misantla y Veracruz.

 

GRAN POTENCIAL

 

“El potencial de México en este mercado es muy grande”, señala Tucker.

 

El experto añade:

 

“Si México empezara a desarrollar el gas shale, entre otros, podría suministrar a Estados Unidos y a todo Norteamérica. Además puede exportar en otros lados, como Japón y Corea, porque ambos países no tienen reservas de gas shale. Japón busca reducir su consumo de energía nuclear. Además, el costo de las energías en Japón y Corea está muy caro. Entonces, el gas natural puede ser una opción para ellos”.

 

A pesar de que Petróleos Mexicanos (Pemex) arrancó el proyecto de explotación de gas shale, el desarrollo de esta industria presenta retos para la paraestatal, los cuales van más allá de su operación convencional.

 

FRACTURA

 

Para poder potenciar el desarrollo de la extracción y producción de este combustible, se requiere la inversión de importantes cantidades de dinero, debido al costo de las tecnologías que se necesitan para excavar en la roca de esquisto.

 

También se necesita una regulación de las actividades realizadas, así como del impacto ambiental que implica la exploración y explotación del gas shale.

 

El esquisto o shale es una formación rocosa sedimentaria de grano muy fino y para poder extraer el gas almacenado en este tipo de roca se necesita fracturarlas hidráulicamente.

 

Sin embargo, ese proceso necesita inyectar con mucha presión una cantidad importante de mezcla formada con 95% de agua, 5% de arena y 1% de diferentes productos químicos.

 

Esta técnica fue descubierta en 1948, pero ha podido ser desarrollada solamente durante los últimos cinco años, después de que las tecnologías permitieran que la fracturación hidráulica se volviera comercialmente rentable.

 

ALIANZAS, NECESARIAS

 

El problema para el desarrollo del gas de esquisto en México, advierte Aviezer Tucker, es la tecnología, pues “el monopolio mexicano no tiene la infraestructura ni la tecnología necesarias para el gas shale. Cuesta mucho y el monopolio no lo puede hacer. Lo que necesita es permitir la inversión extranjera para que las empresas extranjeras puedan llevar las tecnologías a México.

 

“México está en una posición en la cual puede crecer rápidamente, debido a su cercana con Estados Unidos y de la tecnología que hay ahí. Sería fácil para México utilizar las tecnologías desarrolladas en Texas, entre otras, al integrarlas a la industria mexicana”, agrega.

 

En el caso de Estados Unidos, la exploración comercial de este combustible comenzó en 2007 cuando el precio de producción del gas shale bajó gracias a la entrada de nuevas técnicas de perforación.

 

Hoy en día, aproximadamente 20% de la producción total de gas natural proviene de las rocas de esquistos, según datos de la EIA.

 

AMBIENTALISTAS PROTESTARÁN

 

No obstante, la explotación no se hizo fácilmente ya que numerosos estudios, entre otros los de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y de la Universidad de Colorado en Boulder, revelaron que esta técnica produce importantes cantidades de emisiones de gases de efecto invernadero, como el metano, y contamina de manera equivalente a la explotación del carbón.

 

Otros estudios realizados en Estados Unidos e Inglaterra demostraron que la fracturación hidráulica también puede provocar terremotos pequeños, que la gente siente, pero que en raras ocasiones causan daños.

 

Tras estas informaciones, varios países como Francia, Bulgaria, República Checa, así como el estado estadunidense de Vermont y la provincia de Quebec en Canadá y la petrolera rusa Gazprom se negaron a dar luz verde a la explotación de este combustible.

 

“La solución para estos problemas es la regulación. (…) Con una buena regulación se puede controlar la industria, porque así no tienen manera de evadir la ley, les quitan el negocio. En Estados Unidos nadie murió, nadie se enfermó, nada fue destruido”, asegura Tucker.