Hace casi nueve años, en un viaje a Cuatro Ciénegas, Coahuila, una persona le contó al director Everardo González (autor, entre otros, del muy famoso documental Los Ladrones Viejos) sobre un ejido cercano a la zona llamado Cuates de Australia. Llevado por la curiosidad y el instinto propio del documentalista, Everardo decide visitar este paraje, de nombre tan singular, sin una idea clara sobre qué podría encontrar.

 

Se trata de un pueblo en medio de la nada, donde la única ley es la sobrevivencia y donde el sentido máximo de la vida se traduce en el arraigo que sus pobladores profesan a esas tierras: “aquí nacimos, aquí crecimos, aquí nos casamos… aquí todo”. Y es que vivir en Cuates de Australia no es fácil; amén de la pobreza extrema, la sequía es una constante que obliga al pueblo a iniciar -de vez en vez- un éxodo que los lleve a mejores zonas donde haya un poco de agua, para después regresar a sus casas y comenzar de nuevo.

 

Luego de cuatro años de vivir en ese poblado, la cámara de Everardo González intenta descifrar ese eterno retorno, la convicción de esta gente a no dejarse vencer por la naturaleza, la pobreza… la muerte.

 

El cineasta y su reducido equipo logran -de manera por demás sorprendente- mimetizarse entre la población. La cámara se vuelve un testigo mudo e imperceptible de la vida cotidiana: la caza nocturna, la escuela, el bautizo colectivo, las carreras de caballos, las apuestas, incluso la trifulca provocada por los resultados de las mismas, o los entres “de machitos” entre dos escuincles que hablan a la cámara como quien le habla a un amigo, a un cuate más.

 

Sin el uso de voz en off, y con apenas algunos testimonios a cuadro, la mano del director pareciera no existir, siendo el ciclo de vida de esta población lo que dicta el ritmo del documental. Así, cuando llega el impostergable y temido éxodo, la cámara no duda en apuntar hacia el pueblo (ya vuelto fantasma), a la noche, a los caminos terregosos llenos de animales muertos por la sequía, sugiriendo el posible final de estos peregrinos en busca de agua.

 

En manos de un cineasta con menos brío e imaginación, esta historia pudo terminar en una simple denuncia, un retrato sobre la miseria en un pueblo recóndito de México, una escandalosa narración sobre los terribles efectos de la sequía, un llamado a que el gobierno y las autoridades hicieran algo para ayudar a esta gente. Pero Everardo González elige una ruta más interesante, más elegante, nada complaciente: esto no es un documental de denuncia, ni tampoco es un vehículo para apelar a la conmiseración del público, este es el retrato de la dignidad de un pueblo que sabe de pobreza pero al que nunca lo tocará la miseria.

 

Everardo filma su documental con la disciplina de quien simplemente quiere narrar una historia; pero no obstante, en un hecho extraordinario sin igual, el mensaje llega a las autoridades y luego de ver Cuates de Australia, el gobierno de Rubén Moreira -actual gobernador del Coahuila- ha hecho lo conducente para que se lleve agua entubada al lugar.

 

Así, Cuates de Australia no sólo es el retrato de la dignidad de un pueblo arraigado a su tierra, sino que además es también la extraordinaria historia de una película que -sin quererlo- le llevó agua a un pueblo.

 

Cuates de Australia Dir. Everardo González

4 de 5 estrellas.