La semana pasada terminó el mayor cambio que se haya hecho al juego de mesa más exitoso de todos los tiempos.

 

Así es, entró un gato y salió una plancha.

 

Parece algo fácil y hasta frívolo pero, como les dije, es el entretenimiento que, aún a la fecha, ayuda a apuntalar las finanzas de una de las jugueteras más grandes del mundo.

 

Me refiero a Monopoly.

 

El juego creado en la década de los 30 para explicar el proceso de la concentración económica ha tenido todo tipo de variantes y mutaciones.

 

Desde el Turista Mundial hasta el Turista Disneylandia. La influencia de Monopoly en los juegos de mesa ha sido determinante para entender, de la misma forma, los procesos de propiedad, posesión, codicia y hasta ley… así sea de oferta y demanda.

 

Charles Darrow creó el juego basado en una idea de principios del siglo XX. A partir de ahí y de una serie de reglas básicas, Monopoly se ha convertido en un laboratorio de estrategia económica y de negociación que, incluso, se utiliza en universidades alrededor del mundo para explicar procesos de monopolio, quiebra, trueque y competencia.

 

Incluso por eso es tan difícil dejar de jugarlo. Al sentarse a una partida de Monopoly, el jugador entra en un microcosmos -basado en la Atlantic City de los 30- donde la inversión es todo.

 

La obsesión por ganar, no dejarse oprimir, quebrar la banca y adquirir todas las propiedades y la mayoría de los poco más de 15 panchólares que tiene el juego es motivo de estudios psicológicos alrededor del mundo.

 

Incluso, se ha estudiado las ligas de personalidad entre las piezas que se escogen para jugar con el tipo de carácter que tiene el jugador.

 

Por ello, la convocatoria de Parker Brothers -la empresa dueña de Monopoly y que ha obtenido ventas que alcanzan a mil millones de personas a nivel mundial- era importante.

 

Al descontinuar una pieza de las originales del tablero, no sólo se deja una parte de la historia atrás, sino que se abre el abanico a otras personalidades a jugar.

 

Así, se tenía en riesgo al coche de carreras, el perro, el sombrero de copa, la bota, el dedal, la carretilla o el barco. Cada uno con una carga emocional importante, tan importante como la cárcel o la avenida Martin Luther King -a propósito, quien nunca ha estado en riesgo es el personaje principal de Monopoly, Rich Uncle Pennybags, también conocido como el Sr. Monopoly. Una especie de Carlos Slim bigotón que algunos piensan está basado en J.P. Morgan. Mejor en él que en Donald Trump-.

 

Al final, el gato ganó su inclusión bajo dos teorías: una habla del fetiche que existe en la red hacia los felinos y todo tipo de aventuras en las que entran. Otra más, un tanto aventurada, habla de sofisticación. Incluso, ejemplifican con la postura de la nueva pieza.

 

En el caso de la plancha tal vez sea más sencillo entender por qué recibió la bota del adiós. No tendría que ver con opresión femenina ni con cuestiones de valores sino, mucho más fácil, la pieza era fea.

 

Ahora, Monopoly comenzará una nueva campaña para convencer a todos de comprar, una vez más, el nuevo tablero y las nuevas piezas. A emocionarse con casas y hoteles; a hacer alianzas y comprar grandes territorios de tablero; a molestar a Fidel Castro de nueva cuenta; a convertirse en rey del juego y no pararse por 70 horas; a ganar la partida, cueste lo que cueste.

 

El mejor reflejo de nuestra realidad en un tablero de mesa.

 

El verdadero monopolio.