Uno de los principios básicos del internet es la libertad. La libertad de expresión, la libertad de acceso, la libertad de uso… la libertad en pleno pues.

 

El problema es cuando ese principio se confunde con libertinaje. Actitudes que ofenden, que destruyen, que corrompen, que defraudan… que lesionan la impresionante oferta de valor de internet para convertirla en riesgo, en un factor preocupante, en una plataforma peligrosa para algunas audiencias y actividades.

 

Es también una “arena” para el oportunismo. Un campo fértil para el robo de conceptos comerciales orientados a lucrar con la buena voluntad de los usuarios. O bien para ofrecer -en muchos casos, no todos- servicios de marketing, publicidad o comunicación en pleno para defraudar marcas.

 

Esto ha desencantado a más de un anunciante que en algún momento durante los últimos 12 años ha confiado su comunicación digital a un “falso experto”. Muy importante aclarar, y como todo en la viña del Señor, hay malos, buenos y mejores asesores en la materia. El engaño, el pirataje online, el plagio de ideas es en muchos casos la divisa de cambio de muchos “usuarios emprendedores” que buscan lucrar con internet. Eso es engaño, fraude pues, que lesiona el prestigio de una plataforma de comunicación sin paralelo.

 

La creatividad y el ejercicio mental para planificar estrategias de marketing digital están más asociadas al sentido común, al conocimiento de audiencias y a las nociones de comunicación -que no difusión- tradicional.

 

El internet no transformó el proceso de comunicación basado en emisor-mensaje-receptor(es)-retroalimentación. Es más bien un catalizador que lleva ese mismo proceso a la velocidad de la inmediatez. Reagrupa audiencias y redefine modelos para emitir mensajes. No transforma en lo absoluto el paradigma universal de comunicación.

 

Exige formas más inteligentes de hacer las cosas. Demanda catalizar los modelos de atención a clientes, de capacidad de respuesta a las demandas del mercado, de gestión y administración de crisis, de interactuar con las audiencias siempre bajo el mismo principio de comunicación: emisor-mensaje-receptor(es)-retroalimentación.

 

Lo que verdaderamente internet demanda es verlo como una plataforma de comunicación que catapulta mensajes a la velocidad de la inmediatez hacia grupos de interés. Para tomar ventaja de mercado de ello, es imperativo desarrollar estrategias de nicho que consideren qué y cómo comunicar y, además, anticipar reacciones de mercado y movimientos de competidores.

 

Es mucho más que una estrategia 2.0, concepto típico de un “experto” en comunicación que sabe que “internet es un sitio donde todos quieren estar pero nadie sabe cómo”, incluso ni él.

 

La comunicación corporativa, política, gubernamental, incluso personal debe plantearse bajo una lógica de instantaneidad. Debe ser en sí misma una expresión nítida de la personalidad del emisor.

 

Comunicar de manera distinta en internet invita a ser inteligente para alcanzar audiencias clave. Convoca a una suerte de sensibilidad artística para llevar un mensaje, un producto o un servicio hacia un grupo de gente objetivo, bajo un esquema de comunicación memorable.

 

Estamos viviendo el inicio de una generación de emprendedores que saben que los viejos paradigmas de hacer las cosas son obsoletos. Y saben que en la manera de comunicar está la clave para posicionar sus valores diferenciales en un mundo avasallado por la sobreinformación.

 

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