Pantalla a negros. Al fondo se escucha el llamado de una torre de control al United 93, voces aterradas, un débil susurro que dice “te amo”, gritos, estruendos y al final una voz que acepta la realidad: “vamos a morir”.

 

La obscuridad se rompe de golpe y una luz nos pega en la cara. Han pasado dos años. Estamos en un cuarto de tortura. Un hombre, severamente golpeado es atado de manos. Dos encapuchados le sostienen y uno más, con el rostro descubierto, lo golpea, le grita, lo ahoga, le hace la misma pregunta, una y otra vez: ¿Dónde está Bin Laden?, ¿dónde está Bin Laden?

 

La elipsis no puede ser más ruda, más directa. Luego del criminal atentado del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York, Estados Unidos no tiene la menor duda: se lanzará en cacería para apresar y/o matar a Osama Bin Laden, aunque ello le cueste dinero, tiempo y sangre.

 

Así inicia Zero Dark Thirty, el más reciente filme de la norteamericana Kathryn Bigelow (Óscar a mejor dirección y mejor película por The Hurt Locker, 2008) que apenas a finales de 2012 apuntaba para ser la favorita en la entrega de los Óscar pero cuyas aspiraciones fueron asesinadas por la polémica creada a partir de aquellas escenas de tortura.

 

Bigelow y su guionista Mark Boal, no se andan con rodeos; no sugieren ni son sutiles, muestran la crueldad con la que la CIA interroga a sus sospechosos sin empacho alguno. Un espectáculo que se ha leído como un exceso propagandista y patriotero: aprenda el mundo lo que sucede con aquellos que osan atacar a los Estados Unidos. El exceso (de honestidad o de violencia, según se vea) le costó caro a la directora quien de ser puntero en la carrera rumbo al Óscar, se queda sin la nominación a mejor director, luchando sólo por los premios a mejor película y mejor actriz (Jessica Chastain).

 

Y es que, como es bien sabido, a la Academia no le gustan los escándalos; cuando toda la controversia se vino encima, no hubo más que sacrificar a Bigelow. Un asunto meramente de política.

 

Pero más allá de la política, la polémica y el escándalo, Zero Dark Thirty se erige como un sólido relato de espionaje que se aleja por completo a las convenciones más taquilleras del género: no esperen grandes escenas de acción, one-liners, o tiroteos espectaculares. Lo que a Bigelow interesa, por un lado, es mostrar en crudo los procesos -en su mayoría sorprendentemente burocráticos- que una misión tan importante puede conllevar, en un estilo similar al de El Espía que Sabía Demasiado (Alfredson, 2011).

 

Pero por otro lado se trata del viaje de iniciación de Maya, la novata agente encargada de la operación (una muy contenida Jessica Chastain) que poco a poco le va perdiendo el asco a la tortura y se hace más avezada en la investigación, la corazonada y en la defensa de sus propias ideas ante la parsimonia de sus jefes.

 

Si Bigelow se decide por ser tan explícita no es por un ánimo patriotero, o por una búsqueda de legitimidad hacia la práctica de la tortura; es, si acaso, una advertencia que recae en la figura de Maya quien, una vez terminada su tarea, se encuentra en un lugar más obscuro que la noche misma. Si, han atrapado a Bin Laden pero… ¿a qué costo?

 

Zero Dark Thirty (La Noche más Obscura)

 

Dir. Kathryn Bigelow

3 de 5 estrellas.

Con: Jessica Chastain, Jason Clarke, entre otros.