El pasado lunes, Su Santidad Benedicto XVI anunció de manera sorpresiva su dimisión en el marco del Consistorio para la canonización de nuevos santos. A través de un breve mensaje, el Papa, asumiéndose como un ser humano en toda su dimensión y reconociendo las presiones únicas del liderazgo espiritual expresó: “he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”.
Con gran valentía y humildad, pero sobre todo, con un alto sentido de responsabilidad y un gran amor por la Iglesia, Benedicto XVI reconoció que “para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el evangelio, es necesario también el vigor tanto el cuerpo como del espíritu”; y justamente la falta de vigor fue lo que impulsó al Papa a reconocer su “incapacidad para ejercer bien el ministerio encomendado”. ¿Fue su sentido de la responsabilidad lo que lo impulsó a tomar esta decisión a efecto recuperar los espacios perdidos por la Iglesia en diversos ámbitos?
Y es que en abril de 2005, cuando Su Santidad resultó electo en el cónclave, la Iglesia era testigo de momentos de cambio y transformación a nivel mundial en los ámbitos ideológico, político, cultural, social y espiritual. En ese contexto, uno de sus grandes aciertos fue haber comprendido que la institución debía replantear su misión y asumir nuevos objetivos para convertirse en un renovado referente ante retos como el relativismo, el individualismo, el hedonismo o el materialismo.
En este sentido, es importante destacar que el pensamiento de Benedicto XVI pertenece a uno de los teólogos y pensadores más importantes del siglo XX, ya que para él, la fe y la razón son los dos pilares en los que deben apoyarse el hombre moderno y la Iglesia para poder comprender una realidad compleja en la que la ciencia y la espiritualidad deben convivir.
Asimismo, el Papa alemán afrontó los retos sin miedo y atendió la problemática de los abusos sexuales a menores; en este sentido, Monseñor Versaldi publicó un artículo en L’Osservatore Romano (http://bit.ly/XGXNqp), a través del cual destaca que “Benedicto XVI dio un impulso decisivo a esta lucha, gracias a su experiencia de más de veinte años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe” Y, “como Papa mantuvo un estilo de gobierno que buscó la purificación de la Iglesia”; ejemplo de esto fue el castigo infligido al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, al que hizo renunciar a todo ministerio público y llevar una vida discreta de penitencia.
Además, en diversos momentos, reconoció el dolor de las víctimas y pidió perdón. Por esto, Benedicto XVI fue un Pontífice para la posmodernidad, un Papa para los tiempos turbulentos que planteó la necesidad de una razón abierta y ampliada al mundo del arte, de la ética, de la religión e incluso de los sentimientos.
Un promotor del ecumenismo y del diálogo con otras religiones, así como con los representantes de las corrientes del pensamiento moderno como el filósofo alemán, Juergen Habermas, quien llamó al Papa “amigo de la razón” ya que los dos concluyeron que “la razón impide que la religión caiga en el fanatismo y el fundamentalismo, y la religión evita que una razón puramente técnica cometa atropellos”.
Ante esto, el Papa profesor pidió un compromiso renovado y concertado en la búsqueda del bien común, porque como bien lo señaló durante su visita a México en marzo pasado: “existe la necesidad de que los Obispos de todo el mundo confirmen, renueven y revitalicen la novedad del Evangelio, a fin de que los cristianos puedan resistir la tentación de una fe superficial, rutinaria, fragmentaria e incoherente”.
Por otra parte, recomendó la atención a los laicos a través de la catequesis, la animación litúrgica, la acción caritativa y el compromiso social para hacer presente el evangelio en la sociedad. Asimismo, Su Santidad logró que la Iglesia Católica se adaptara al uso de las nuevas tecnologías, como espacios para la evangelización y para el desarrollo humano, estableciendo comunicación con millones de fieles a través de Internet y las redes sociales.
Por lo que, los 117 cardenales que se reunirán en el cónclave a celebrarse en marzo próximo, tendrán ante sí el reto y la responsabilidad de elegir a un sucesor con la fortaleza física y espiritual necesaria para continuar con el proyecto, principalmente evangelizador, emprendido por Su Santidad Benedicto XVI.
No obstante, pese a que se han mencionado diversos nombres para ocupar el trono de San Pedro, debemos recordar que la única ocasión en que se eligió al Cardenal que todos pensaban fue en 2005. Más allá de quien resulte elegido, el nuevo Papa deberá afrontar los retos de la modernidad y del nuevo orden mundial en favor de millones de fieles alrededor del mundo.
Simón Vargas Aguilar
Presidente de Educación y Formación con Valores A.C. y Analista en temas de Seguridad, Educación y Justicia
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