En la sociedad mexicana ser transexual equivale a no tener identidad. Las puertas del mundo laboral les han sido cerradas. Sus padres los desconocen. Son tratados como parias. Vivir en un cuerpo equivocado es una pesadilla con la que conviven una de cada 37 mil personas en el planeta.
En México, aquellos que, por equivocación de la naturaleza, se ven obligados a cambiar de sexo, son víctimas de abusos policiales, reveses legales y asesinos seriales. Sus vidas son el trasfondo más incómodo de una sociedad que niega y aparta todo lo que no quiere ver.
El rebelde barbón que decidió empezar a llamarse Irina. La odontóloga que se convirtió en odontólogo. La transexual que sobrevivió en una prisión para hombres. La que se dedica a la prostitución porque fue su última salida laboral.
La sociedad castiga lo que no comprende. Y los transexuales están lejos de ser comprendidos. Existe una política, consciente o no, de exterminarlos. Ell@s son el último eslabón. Incluso los homosexuales les tienen fobia. A pesar de ello, los transexuales son salmones que nadan a contracorriente y logran ver la luz con una férrea voluntad labrada desde la supervivencia. Ellos sólo nacieron en un cuerpo equivocado.