CARACAS. Venezuela es posiblemente es único país del mundo donde un automóvil se hace más caro al momento de sacarlo de la concesionaria, después de comprarlo.
Comprar una camioneta deportiva Ford Explorer 2012 implica un desembolso de hasta 1.2 millones de bolívares, el equivalente a unos 60 mil dólares en las calles, lo que representa el doble del costo de un auto nuevo, de acuerdo con el principal sitio de venta de autos usados en el país. Vehículos de modelo reciente Jeep y Ford Fiesta, usados, cuestan también el doble que su equivalente nuevo.
Ello va en contra de la tendencia en todos los demás lugares del mundo, donde los vehículos pierden valor en cuanto se venden.
La situación, de acuerdo con varios economistas, es resultado de los controles orientados al socialismo que ha impuesto sobre la economía el gobierno del presidente Hugo Chávez. Esas medidas han derivado también en carestía de productos básicos, como azúcar y harina de maíz.
En el mercado automotriz, esas políticas han casi agotado el inventario de vehículos nuevos, y los venezolanos que logran hacerse de uno suelen revenderlo de inmediato para sacarle una ganancia.
Para varias personas, como el gerente de banco Luis Villamívar, eso ha hecho que la compra de un automóvil se convierta en toda una odisea.
“Es muy frustrante. Tengo el dinero que necesito para comprar un carro de un concesionario, pero no hay carros disponibles”, expresó Villamívar, quien lleva cinco meses tratando de adquirir un vehículo.
Aunque las reservas petroleras probadas del país figuran entre las mayores del mundo, su mercado automotor ha sido golpeado por una serie de restricciones que han tenido algunas consecuencias indeseables.
A fin de reducir la fuga de capitales, el gobierno de Chávez ha mantenido un estricto control cambiario durante la última década, lo que dificultó que los venezolanos compraran dólares y generó un mercado negro, donde se puede comprar la moneda estadunidense, pero más cara.
Simultáneamente, el gobierno ha restringido la venta de dólares para empresas mediante una agencia oficial, lo que ha generado una escasez de divisa disponible para las importaciones.
Como resultado, menos automóviles llegan en los barcos a los puertos del país. Y la producción en las ensambladoras en Venezuela ha caído en general, lo que ha agravado la escasez y ha elevado aún más los precios de los vehículos.
La escasez actual de dólares ha incidido también en que la inflación llegue a 20% anual, pero los concesionarios de automóviles se han negado a elevar demasiado sus precios, ante el temor de que las autoridades los acusen de especuladores, lo que pondría en riesgo su acceso a dólares baratos mediante el tipo oficial de cambio.
La inflación ha elevado la demanda de los venezolanos por automóviles, apartamentos y aparatos electrónicos, como una forma de impedir que sus ahorros en efectivo se erosionen ante el alza en los precios.
Russell Dallen, corredor de valores en Caracas Capital Markets, pronosticó que una devaluación oficial, la cual entró en efecto el miércoles de la semana pasada, acrecentará aún más la demanda de vehículos, pues la gente tratará de proteger sus ahorros frente a la inflación.
“Está claro que los precios subirán y que las listas de espera para la entrega de un nuevo automóvil seguirán creciendo”, dijo Dallen.
Villamívar quería inicialmente una camioneta tipo Jeep Cherokee o Ford Explorer. Fue a concesionarios Ford, Chevrolet, Mitsubishi, entre otros, y hasta viajó a ciudades que se ubican a horas de distancia para inspeccionar concesionarios allá.
A donde sea que iba, los gerentes le decían que no tenían vehículos a la venta, aunque algunos ofrecieron ponerlo de primero en una lista de espera a cambio de dinero, lo cual él rechazó.
“Esto es como tratarse con la mafia”, dijo Villamívar al salir de un concesionario Volkswagen, donde no había ni vehículos disponibles ni lista de espera. Había una decena de autos en el salón de exhibición, pero ya todos habían sido vendidos.
“Estoy malgastando mucho tiempo y gastando mucho dinero para seguir buscando”, expresó. “Y en la medida que pasa el tiempo, los precios suben”.