Mucho se hablará sobre la decisión de sir Alex Ferguson de no poner de inicio a Wayne Rooney. Mucho se dirá sobre la incapacidad del Real Madrid mientras enfrente tuvo a once del Manchester United. Mucho se escribirá sobre la declaración post-partido de José Mourinho admitiendo que perdió quien fue mejor (o sea, su rival). Y, sobre todo, mucho y muy rudamente se juzgará la decisión del árbitro de expulsar a Nani, abriendo algo más que una coyuntura en un cotejo que lucía cerrado.

 

Que el futbol, como la vida misma, consiste en momentos, volvió a evidenciarse en esta noche de vuelta de octavos de final de Champions League. Instantes en los que parece que algo simplemente no sucederá y fracciones de segundo que todo lo cambian. El desdibujo que padeció el United a partir de quedarse con diez hombres fue consecuencia más de sentirse estafado, que de la carencia (notable, sí) de un elemento. Hasta antes, el Madrid ni llegaba ni aspiraba a hacerlo. Una vez que salió la tarjeta roja, emergió otra cara madridista de la mano de un refuerzo que había sido hasta ahora tan caro como inútil. Luca Modric, quien llegó del Tottenham inglés avalado por su gran capacidad de desequilibrio, tuvo que volver a Inglaterra para por fin dar a los merengues algo del gran talento que propició un traspaso de 40 millones de euros.

 

Tres minutos después del golazo de Modric, vino el segundo de los madridistas por conducto de Cristiano Ronaldo y la eliminatoria ya tenía dueño.

 

Y a propósito de momentos, el portero del Madrid puede explicar ampliamente en qué consiste la rueda de la fortuna de la vida. Tras ser durante largos años suplente de Iker Casillas, Diego López tuvo que buscarse la vida en otros equipos; ocho meses atrás, estaba descendiendo a segunda con el Villarreal y ocho semanas atrás era reserva en el Sevilla de un portero de 40 años (Andrés Palop). Con Casillas fracturado, se le contrató de emergencia y tan pronto se ha convertido en héroe merengue, con atajadas tan espectaculares como decisivas en la noche de Manchester.

 

El United culpará con no poca razón al árbitro, pero sabrá que dejó en la banca a su estrella máxima en aras de un esquema táctico y asumirá que no es posible perderse así por una expulsión. El Madrid avanza consciente –y su director técnico lo ha admitido- de que no superó a su contendiente, lo que pocas veces alcanza para la victoria. Nadie, por lo visto, se ha ido pleno de esta eliminatoria, aunque los blancos al menos siguen con vida para mostrar que aprendieron la lección.

 

José Mourinho mantiene el sueño de levantar la Champions con su tercer equipo diferente; el Madrid de hacerlo por décima ocasión en su historia.