CARACAS.- Este seis de marzo, el pueblo venezolano despertó como un hijo que ha perdido a su padre, como un padre que perdió a su hermana o como una hermana que perdió a su mamá. Para la mayoría del pueblo venezolano, Hugo Chávez era eso: Padre, hermano, hijo, uno más de la familia.
Inmediatamente después de descender del avión, junto a una treintena de periodistas que viajamos de México para cubrir la muerte del Comandante, el tema ya está muy desgastado entre nosotros. Al traspasar la aduana, hombres de todas las edades y todos los colores te ofrecen dólares del marcado negro, que regularmente paga tres veces a uno contra el tipo de cambio oficial, pero que ofrece un plus de que si te agarra la policía puedes ir preso.
Estos mismos hombres son los que te contactan a los taxistas. Ávidos de ganarse unos bolívares, te tratan bien y se alegran de tu nacionalidad mexicana aunque también pareciera que te compadecen, ya que están bien informados de los 60 mil muertos que heredó la guerra de Calderón.
El conocimiento, la educación y la cultura son los atributos que presumen los venezolanos de tenerlos. Sobre todo los simpatizantes de Hugo Chávez, quienes elogian que el mandatario le haya dado de comer a la gente en pobreza extrema y les otorgara unos 58 millones de libros de la literatura universal, según el taxista. “Chávez es más que un líder revolucionario, es más que un presidente y Chávez no ha muerto”.
En el radio, un locutor habla con la gente: amas de casas, obreros, gente de escasos recursos que le estará eternamente agradecida a Chávez por su bondad, su generosidad y por ver por los pobres. Ya cuando el taxista se hartó del tema, comienza hablar de futbol y hasta pregunta en qué equipo juega “Rafa” Márquez.
Pasadas las 10 de la mañana, el féretro con los restos de Hugo Chávez sale del Hospital Militar para recorrer las principales calles y avenidas de la capital venezolana. Al frente de la carroza, que transporta en el techo el ataúd del líder, están Nicolás Maduro, los líderes del PSUV, el presidente de Bolivia, Evo Morales, y la mandataria argentina Cristina Fernández. Y entonces Caracas se convierte en un caos.
Pero el caos no es vehicular, lo provoca la marea roja de seguidores de Chávez que lloran, que se disputan un póster con la imagen de su líder, que se pintan en sus rostros la imagen del ex presidente, mientras se movilizan por el metro, o por camiones. La gente se organiza en las esquinas de las calles para acercarse al punto más próximo por el que pasará el féretro y así despedir a su presidente.
Hay gente de diversas provincias que solo llegaron al Paseo de los Próceres para ver pasar a Chávez. Este imponente sitio, ubicado en la Academia Militar y que sirve para los desfiles, está lleno de camisas rojas de todas las edades. Este fue el destino final al que llegó el cortejo fúnebre y quizá unas 200 mil personas lloraron, aplaudieron, gritaron y despidieron a Chávez, quien permanecerá en este lugar durante tres días.
El destino final de Chávez no se sabe aún, muchos dicen que será trasladado a su pueblo de origen, Barina, y muchos otros piden que sea alojado en el Panteón Nacional, para descansar junto a Simón Bolívar.
Entre los venezolanos, a ese nivel llegó Chávez, al de Bolívar.
Y la vida sigue, al finalizar el evento, las caóticas motos y las decenas de miles de personas son tragadas por la insegura Caracas.