Fue curioso ver como el hombre más cercano a Felipe Calderón negaba que el expresidente perdonara a Elba Esther Gordillo, cuando él mismo ha contado que un día en la prepa de pronto leyó: ¿Te gusta escuchar las propuestas o discursos de los políticos? La pregunta tenía cinco opciones antecedidas por un ovalito: me desagrada mucho, no me gusta, me es indiferente, me gusta, me gusta mucho.

 

El estudiante llenó con la punta de un lápiz de carbón y sin contemplaciones el ovalito: no me gusta. No recuerda el número de cuestionamientos del test de orientación vocacional al que fue sometido, pero jamás olvidará la conclusión de los expertos: Ernesto Cordero Arroyo debe ser relojero.

 

Hijo de un distinguido médico y catedrático de la UNAM y de una enfermera, quien dirigiría la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia también de la máxima casa de estudios, Cordero tampoco se sintió atraído por el funcionamiento del sistema circulatorio o la razón de asomarse por el ocular del microscopio ni mucho menos conocer qué microbios causan las enfermedades.

 

Después de la prueba, y un tanto desilusionado, se puso a platicar con un amigo, hermano de Alejandro Poiré -último secretario de Gobernación panista- y ambos descubrieron que tenían algo en común: demasiada fascinación por los números. -Vamos a estudiar matemáticas, ¿qué te parece? -le dijo el jovencito a Cordero.

 

-¿Y eso qué? -preguntó con cierta ignorancia.

 

-Me han dicho que allí se gana mucha lana. Nomás hay que saber números.

 

Quien fuera el precandidato del PAN a la Presidencia de la República del proceso pasado, era malo escribiendo. Al igual que su amigo reprobó redacción en la prepa. En cambio, tenían aptitudes para algo en lo que a buena parte del alumnado le va como en feria: algebra, cálculo diferencial, derivadas y todas esas cosas que a un tal Baldor y otros sabios griegos se les ocurrió convertir en una ciencia formal partiendo de axiomas y razonamiento lógico.

 

Cordero acabó inscrito en el ITAM, donde ahora da clases, y hace no mucho tiempo, en una charla de café para promover la maestría en economía, repitió ante alumnos de ese centro de estudios su historia que, sonriente, también ha contado a amigos suyos en comidas y reuniones.

 

Cordero, un hombre casado y político consumado, después de ser asesor de Felipe Calderón, así como secretario de Desarrollo Social y luego de Hacienda, precandidato presidencial y ahora presidente del Senado inmerso en una pelea simultánea en el mismo ring. No sólo ha tirado golpes contra sus adversarios del PRI sino al propio presidente de su partido Gustavo Madero, a quien busca arrebatarle la corona del PAN, junto con un grupo de hombres leales al ex presidente de la República.

 

Todavía como presidente, Calderón aceptó que pactó con la maestra Elba Esther Gordillo en campaña. Dejó de ser un secreto que Cordero era quien trataba con la mujer. Su amigo, el presidente, lo eligió como su hombre de mayor confianza tras la muerte de Juan Camilo Mouriño, extitular de Gobernación, ambos eran parte de un grupo de jóvenes soñadores en transformar el país.

 

LA LLAMADA

 

La historia de Cordero y Calderón se consolidó un día del año 99 cuando el primero había conseguido el puesto de su vida: director para México de la entonces poderosa compañía estadunidense Enron.

 

Festejaba, cuando la llamada de un poderoso diputado del PAN sonó en su apartamento en Filadelfia, a donde se había mudado para estudiar la maestría y se quedó a hacer el doctorado que estaba terminando.

 

-Soy Felipe Calderón. Te llamo para darte una noticia: me acaban de hacer coordinador de la bancada del PAN en la Cámara de Diputados. Necesito a alguien que me ayude a analizar leyes, políticas públicas y a hacer análisis ¿Por qué no te vienes a chambear conmigo?

 

-Felicidades, amigo. Y con la pena, pero acabo de aceptar trabajo en Enron, le contestó con la emoción de un novato.

 

Sus propios méritos lo habían llevado a colocarse en la compañía líder en el mundo en temas de gasoductos y plantas de energía, poquito antes de derrumbarse como consecuencia de pagos de sobornos e influencia para obtener contratos en América Central, América del Sur, África, las Filipinas y la India.

 

En Filadelfia, durante un evento de innovación, manejo de derivados, riesgo y reclutamiento, al que Cordero acudió siendo aún estudiante del doctorado, vio al vicepresidente de Enron y lo esperó durante un buen rato, hasta que pudo pararse frente a él y presentarse.

 

-Me llamo Ernesto Cordero, soy mexicano y me interesa trabajar con ustedes.

 

Como respuesta obtuvo una invitación a comer al día siguiente Cordero había trabajado con su profesora Georgina Kessel, nombrada en 1994 primera presidenta de la Comisión Reguladora de Energía. Así que por su experiencia y sus conocimientos sobre marco legal y modelos de riesgo, para el vicepresidente de Enron el muchacho fue como un ángel caído del cielo, sobre todo cuando en los planes de la empresa, con sede en Houston, estaba abrir una oficina en México, a donde veían oportunidades con el gobierno de Vicente Fox.

 

Aparentemente, por nada del mundo estaría dispuesto a dejar ir la oportunidad. “Pero a Felipe Calderón difícil se le da un no por respuesta”, contó a los alumnos del ITAM que se reunieron debajo de una carpita en el patio de la institución y echaron café. Entonces, el empoderado jefe de la bancada le pidió a su amigo que viniera a México a platicar con él.

 

“El día que nos vimos. Se puso romántico”, reveló y arrancó risas, “me dijo que cuando me conoció me quejaba del gobierno del PRI y que ahora era el momento de cambiar desde el Congreso, por lo que no debía traicionar mis principios….

 

Quince días después yo estaba dirigiendo la Fundación Miguel Estrada Iturbide (laboratorio legislativo del PAN). Antes viajé a Houston a dar las gracias. Enron tronó como chinampina, por lo que no me arrepiento de haber seguido a Calderón”, dijo.

 

“En mis cinco años en Pensilvania me había convencido de ser actuario y académico. Pero se me fue ablandando el gusto. Se necesita ser muy disciplinado, compromiso con la investigación. Siempre tuve inquietudes políticas pero sospechaba que no iba a ser muy bueno en esto. He tenido una orientación vocacional bastante mala, pero tengo mucha suerte a veces con decisiones tomadas a la ligera”, agregó.

 

El día de la charla en el ITAM, donde también da clases de economía, el tema de la reforma laboral era una papa caliente debido a que el PRI se oponía a transparentar los sindicatos para impedir que los líderes charros se robaran el dinero de los trabajadores. Esa postura se impuso frente a la vacilante y posterior decisión en el PRD y PAN que había iniciado como un muro firme.

 

“Yo crecí frente a un PRI que tenía el control del Congreso, de los medios de comunicación, de las elecciones con el secretario de Gobernación, no había IFAI. Era una aplanadora. La única forma de hacer política en el país era estar en el PRI o te ibas con alma de héroe a la oposición para ser atropellado”, afirmó.

 

En su lista de todo lo bueno que hizo el PAN en 12 años están: la “credibilidad” del IFE, la economía sólida, la construcción del IFAI y la lucha contra el crimen organizado. Por toda la experiencia en sus cargos y su lealtad a Calderón dijo: “Como diría mi abuelita, me entró el gusanito de ser presidente de la República, pero no fui favorecido por la voluntad de mis compañeros, en otras palabras perdí”, explicó entre risas.

 

Ahora Cordero da señales de que mientras su amigo Calderón pasa las horas impartiendo clases en Harvard, él tiene el gusanito de quedarse con el manejo del PAN. Pero en esas intenciones se ha cruzado la sombra de Gordillo y el peso de su líder Gustavo Madero, quien se ha entendido bien con el PRI de Enrique Peña Nieto. El día de su charla en el ITAM no pasaba lo de Gordillo ni los pleitos internos en su partido, pero el panista que nunc atendió su vocación de relojero aseguró: “Como diría Terminator: volveremos (a Los Pinos)”.