A pesar de que la revolución cubana se consagró como un ejemplo para toda el ala de izquierda del mundo, acontecimiento histórico en el que participó el popular Ernesto “Che” Guevara de la mano de Fidel Castro, en la Isla la disidencia, la oposición al régimen, parece que no tiene cabida.
Así lo demuestra el más reciente informe del opositor Observatorio Cubano de Derechos Humanos, titulado “Cuba: algunos aspectos de represión política en el mes de febrero de 2013”.
En dicho documento, el cual se dio a conocer una semana después de que Raúl Castro -quien ahora detenta el poder de la Asamblea Nacional cubana- anunciara su decisión de encabezar su último mandato de cinco años; se establece que durante el pasado mes de febrero el número de arrestos políticos aumentó en 140.
Esto ya que en enero el Observatorio tiene registro de 364 casos de “detenciones arbitrarias”, mientras que para el mes siguiente fueron 504 los casos, aunque detallan que la mayoría de estas últimas detenciones fueron “de corta duración”.
La organización, presidida por el disidente Elizardo Sánchez, denunció que dentro de estos casos destaca el de Antonio Ribalta, de 44 años, quien falleció el 16 de febrero tras haber permanecido 38 días en huelga de hambre para exigir su liberación.
Pero no sólo eso, Sánchez también denuncia que Ribalta no es el primer preso por motivos políticos en morir, sino que hay al menos una “veintena de reclusos” que fallecieron por las malas condiciones a las que son sometidos en los centros penitenciarios donde son recluidos.
Y hay más, según un comunicado publicado el 6 de diciembre de 2012 en el portal de la Federación Internacional de los Derechos Humanos (FIDH), el propio Elizondo Sánchez “fue perseguido” el pasado 27 de noviembre del año pasado “por dos oficiales de la Dirección Contrainteligencia cerca de su domicilio en el municipio de Playa, en La Habana”.
De acuerdo con la carta de rechazo, a Sánchez Santa Cruz Pacheco lo siguieron “por unos cien metros, acusándolo de ‘decir mentiras contra el gobierno (cubano)’ y de ser ‘un mercenario a sueldo del gobierno de Washington´”.
Por estos motivos, sigue la FIDH, el director del Observatorio cubano fue amenazado de recibir “una respuesta contundente de la Revolución”.
‘Estrena Castro nuevo mandato con detenciones’
Por su parte la organización disidente Damas de Blanco, denunciaron que el pasado 24 de febrero, en el marco de la ceremonia de constitución de la nueva Asamblea Nacional, fueron detenidas 56 mujeres de sus filas.
El abuso lo dio a conocer también el Diario de Cuba, que sentenció: “Justamente en el momento en que se constituía la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular, brigadas paramilitares arremetieron contra 56 Damas de Blanco que caminaban por la Quinta Avenida de La Habana, informó el periodista independiente Roberto de Jesús Guerra”.
En Twitter, Damas de Blanco notificó que entre las mujeres aprehendidas estaban la líder Berta Soler; Laura María Labrada, hija de la fallecida Laura Pollán, y Rosario Morales La Rosa. Horas más tarde fueron liberadas.
Sin embargo, pese a todos los reclamos de la disidencia, el gobierno de Raúl Castro argumenta que en la isla caribeña no existen presos por motivos políticos y acusa a los opositores de ser “mercenarios” pagados desde el extranjero para desestabilizar el país.
“Cuba ya no me importa”: exiliados
Otro conflicto en la isla es el de los exiliados, quienes durante más de cinco décadas, radicados en Miami, Estados Unidos, han esperado que los hermanos Castro dejen el poder.
El paso más firme hacia ese suceso llegó el domingo 24 de febrero, cuando el presidente Raúl Castro anunció la intención de retirarse del cargo dentro de cinco años. Y sin embargo, cuando la noticia llegó a las costas de Florida apenas si generó algo más que una discreta expresión de apatía.
“Cuba ya no me importa”, dijo Luis Sanz, de 85 años, mientras veía a varios amigos jugar dominó.
Un año después de la revolución de 1959, Sanz dejó atrás su tienda de ropa en la ciudad cubana de Camagüey y comenzó una vida nueva en Miami. Nunca regresó. Muchos cubanos mayores prometieron no regresar sino hasta que Raúl y Fidel Castro estuvieran muertos.