Los cárteles mexicanos y colombianos ya han convertido partes de Guatemala, Honduras y El Salvador en importantes corredores del narcotráfico, al mismo tiempo que han elevado sus tasas de homicidios. Pero ahora están entrando a Costa Rica, la destacada democracia y economía de Centroamérica.
Sus playas y selvas tropicales, y su proximidad con Estados Unidos son aspectos atractivos para millones de turistas. No obstante, la ubicación de Costa Rica también ha atraído a los narcotraficantes que transportan cocaína desde las naciones andinas hacia el norte.
“Nuestra geografía nos ha vuelto prisioneros”, dijo la presidenta Laura Chinchilla en una entrevista.
El Departamento de Estado de Estados Unidos dijo en un reporte anual sobre el narcotráfico, publicado la semana pasada, que Costa Rica está enfrentando violencia y criminalidad debido a sus “inadecuados recursos y complicada burocracia”. También añadió que Costa Rica debe promulgar leyes que tengan como meta contrarrestar a las agrupaciones criminales.
La policía antidrogas costarricense confiscó 15.5 toneladas de cocaína el año pasado –con un valor superior a los 2 mil millones de dólares en las calles– más del doble que la cantidad confiscada el año pasado, dijo recientemente el ministerio de Seguridad Pública.
Cerca de una quinta parte de lo confiscado se detectó en el bullicioso cruce fronterizo con Nicaragua. La desvencijada estación de policía de Peñas Blancas, un frente de línea en la lucha contra el narcotráfico transfronterizo de Costa Rica, es insignia de la cruenta batalla que afronta el país.
Ahí hay tres puestos de revisión, dos para atender una larga fila de camiones que se extiende kilómetros en ambas direcciones, y una para las personas que cruzan la frontera a pie. Los conductores cuelgan hamacas debajo de los camiones para dormir durante el cerca de medio día que tarda la espera para poder cruzar la frontera.
El puesto de revisión para los miles de personas que cruzan a pie la frontera todos los días es un cobertizo desvencijado que protege contra la lluvia y en el cual trabaja un sólo oficial de policía en una mesa pequeña.
“Es muy rústico y está vetusto”, dijo un policía antidrogas. “Eso hace que (el trabajo) sea más difícil. No hay suficiente equipo en buenas condiciones”.
Los cambiantes patrones del narcotráfico en las décadas de 1990 y 2000 debido al debilitamiento de los carteles colombianos y a la guerra de México contra sus propios cárteles están haciendo que las pandillas narcotraficantes intensifiquen su actividad en Centroamérica, un istmo de pequeños y débiles gobiernos principalmente.
Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala están teniendo que soportar la mayor parte del asalto de los narcotraficantes.
Y las autoridades de Costa Rica enfrentan problemas para igualar el poder y sigilo de los cárteles del narcotráfico, que incluyen al cártel de Sinaloa, el cual es su mayor amenaza de acuerdo a funcionarios judiciales costarricenses.