CIUDAD DEL VATICANO. Una vez en la capilla Sixtina y tras recitar las letanías y cantar el “Veni, Creator Spiritus”, himno de invocación del Espíritu Santo, los 115 cardenales han pronunciado el siguiente juramento, como establece la Constitución Apostólica “Universi dominici gregis”:
“Todos y cada uno de nosotros cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, Universi Dominici Gregis, emanada el 22 de febrero de 1996.
Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quien quiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el “munus petrinum” de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede.
Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio.
No violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cualquier orden o grado, o cualquier grupo de personas o individuos quisieran inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice”.
A continuación, cada cardenal elector, según el orden de precedencia, ha prestado juramento con la fórmula siguiente: “Y yo, (nombre de pila) Cardenal (apellido) prometo, me obligo y juro”.
Y poniendo la mano sobre los Evangelios, añadió: “Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.