México discute si el regreso del PRI es una regresión autoritaria o una posibilidad real de desarrollo. Peña promueve la idea de “mover a México” mientras sus adversarios lo consideran demagogia para quedarse en el poder 70 años. Se volvió políticamente incorrecto defender las acciones del gobierno, aún cuando técnicamente hagan sentido.
La discusión recuerda la vieja disputa entre tecnócratas y políticos y llama a la reflexión. ¿Qué es mover a México? ¿Qué es una regresión democrática? ¿Cómo sabremos si México avanzó o retrocedió al final del sexenio?
La frase “mover a México” es atractiva pero carece de rumbo y contenido. Gusta a los que observamos la parálisis en política pública que vivió el país los últimos años pero, desconocemos su sentido verdadero.
La administración pasada se refugió en la policía federal, Oportunidades y el Seguro Popular. Les alcanzaba para rellenar el discurso de cifras alegres aunque los beneficios reales fueran ya marginales. Se hablaba de cobertura no de impacto ni de calidad. Se colgaron de programas otrora innovadores que hace tiempo dejaron de ser suficientes para subsanar las necesidades nacionales.
La incompetencia operativa del panismo permitirá aprovechar los programas existentes. Su política pública no creó. En seis años, no diseñaron prácticamente ningún programa relevante. Ni siquiera la guerra les despertó la creatividad. Las ciudades crecieron desproporcionadamente y sin rumbo, de la mano de la corrupción. La violencia se disparó sin que se atendieran, ni se entendieran las causas de fondo. Ante la crisis social, la respuesta oficial era simplemente: ”eso no es mi potestad”.
México y su gobierno tienen una gran oportunidad, parte por el desorden económico del resto del mundo, y parte por la deficiencia del gobierno anterior que hace notorios hasta los cambios más elementales. El oficio de los priistas y su capacidad de colaboración intergubernamental facilitará la distribución de recursos y la sensación de movimiento, pero eso no bastará. Corren el riesgo de confiar de más en avances nominales (aumento en recursos a ciertos sectores o cambios legales sin alteración en su instrumentación) y olvidar los de impacto real en las condiciones de vida.
Se requiere una visión de desarrollo integral, más allá de las finanzas públicas sanas, la creación de empleo y el combate a la pobreza. Cd Juárez ya demostró que el crecimiento económico sin ordenamiento social e institucional, no genera desarrollo sino violencia y caos con la subsecuente derrota electoral.
Si aprovechan los recursos existentes para combinar una visión técnicamente sólida de desarrollo social, una de reordenamiento urbano y una de crecimiento económico, pronto tendrán resultados medibles. Si su combinación genera mejores servicios públicos que impacten en la calidad de vida de los mexicanos, el resultado político electoral no se hará esperar. El PRI se podrá reelegir, no por mañosos sino por competentes.
Sin embargo, si se confían en que la propaganda, los cambios a las leyes pero no a las acciones, y la distribución desordenada de recursos, son suficientes, habrán de ser derrotados. Se toparan con una sociedad que entiende su voto y sabe evaluar el impacto de las acciones de gobierno en su vida cotidiana.
La discusión sobre movimiento o gatopardismo es inoperante. El segundo ya no es posible. Tal vez los mexicanos exigimos poco, pero ya no nos conformamos con pequeños cambios que mantengan todo igual, sobre todo en el ámbito de la vida cotidiana.