TOLEDO, Brasil. Geni Lazzari le sirvió café fuerte a los clientes de su pastelería el miércoles en el poblado donde nació el cardenal Odilio Scherer mientras comían bocadillos de pan de queso y veían la televisión en busca de indicios de que el clérigo pudiera ser elegido papa.

 

Ningún país tiene más católicos que Brasil y pocos cuentan con un “papable” tan sólido como Scherer, criado en este pequeño pueblo del sur brasileño. Aun así, las esperanzas de que sea seleccionado siguen siendo cautelosas.

 

“Para nosotros sería una enorme fuente de orgullo si se convirtiera en papa, pero creo que las posibilidades de que ocurra son pequeñas”, dijo Lazzari, al tiempo que consideró que la reputación de Scherer de apegarse firmemente a la doctrina de la Iglesia sería una desventaja, ya que muchos católicos piden reformas. “Creo que esta vez el consenso es que quieren un cambio, y Scherer no representa uno”.

 

Pero Lazzari no pudo evitar mantener sus esperanzas. Dijo que conocía a la familia Scherer “desde siempre, y son personas maravillosas. El sería un gran papa y justo lo que la Iglesia necesita ahora, así que esperemos que el cónclave reconozca eso”.

 

Scherer, de 63 años, arzobispo de los cinco millones de fieles de la enorme diócesis de Sao Paulo, es visto por muchos observadores del Vaticano como un candidato favorito de los cardenales que no desean un pontífice que cambie profundamente a la poderosa burocracia de la Iglesia en medio de exhortaciones de que se efectúe una reforma tras años de escándalos por abuso sexual, acusaciones de corrupción y estadísticas que muestran una caída constante en el número de los fieles.

 

Scherer, que habla con fluidez italiano, alemán y portugués y también es competente en inglés, francés y español, se ordenó a los 27 años y tiene un doctorado en teología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

 

Ejerció diversos puestos pastorales y de enseñanza en todo Brasil antes de ser nombrado en 1994 a la poderosa Congregación para los Obispos en el Vaticano, en la que estuvo hasta 2001. Luego regresó a su país, donde se convirtió en obispo auxiliar de Sao Paulo y fungió durante cinco años como secretario general de la Conferencia Nacional de Obispos Brasileños. Pasó a ser arzobispo de Sao Paulo en 2007 y fue nombrado cardenal posteriormente ese mismo año.

 

Los parientes de Scherer en Toledo se sintieron encantados, aunque algo abrumados, cuando los periodistas llegaron al pueblo.