El Mago de Oz (1939) fue una de las más grandes y caóticas producciones emanadas del llamado studio system. Su filmación fue poco menos que una tormenta perfecta en la que sucedió de todo: desde actores que casi mueren por lo tóxico del maquillaje (Buddy Absen, el Hombre de Hojalata original), accidentes con fuego (Margaret Hamilton, la bruja mala, alcanzada por una llama en una explosión de pirotecnia) y la participación de hasta cuatro directores que, uno a uno, fueron abandonando el puesto ante el caos inminente.
La película no tuvo el éxito comercial que se esperaba. Fue hasta su transmisión por televisión que El Mago de Oz adquirió su status de culto, siendo una de las películas más vistas en EU y con alta popularidad en todo el mundo.
Pretender el día de hoy igualar la magia y la mística de aquel filme era, a todas luces, una tarea inútil; tal vez por ello Oz, el poderoso ni siquiera lo intenta. Esta precuela y la cinta que la inspira son en realidad aves muy diferentes.
Es 1905 en Kansas. Óscar Diggs (James Franco) es un mago de poca monta que trabaja en un circo ambulante. Aunque sus trucos son muy simples, Óscar sabe que la verdadera magia no está en el truco sino en cómo se le presenta a la audiencia. Encantador natural, utiliza sus habilidades no sólo para mantener interesado al respetable sino también a las muchas mujeres que conquista.
Atrapado en una tormenta mientras huía de la furia del hombre fuerte del circo, Óscar termina en un lugar llamado Oz, o eso le comunica la hermosa Theodora (Mila Kunis), quien ve en la llegada del mago el cumplimiento de la profecía de aquel que salvará al reino de la bruja malvada. Óscar sabe que él no es “el elegido”, pero al ver las arcas de oro que le esperan, estará dispuesto a ir contra aquella bruja malévola.
El mago detrás de todo esto no es otro que Sam Raimi, el mismo de la trilogía original de Spider-Man pero cuyo legado más valioso está en su cine de terror y tipo B con cintas como Evil Dead (1981) y Army of Darkness (1992). Raimi trabaja casi con manos atadas y es por cuestiones legales, esta producción de Disney tiene prohibido hacer referencia directa a imágenes o diálogos de la película original, cuyos derechos ahora pertenecen a la Warner Brothers.
Aún con ello, Raimi logra sacar avante una cinta que expande el imaginario de la primera, haciendo un homenaje cinematográfico de la misma: la secuencia inicial en blanco y negro, las criaturas mágicas y los colores vivos (premeditadamente empalagosos) que fueron un sello particular del original de 1939 y que aquí se emulan con herramientas digitales.
Raimi entiende esta cinta como un relato con tintes de terror, una pelea entre brujas buenas y malas que le da pretexto para (aunque sea por momentos) asustar al público mediante criaturas feroces que gracias al 3D saltan de la pantalla, hasta incluso jugar con la transformación de una hermosa beldad en terrible, y verdácea bruja mala.
Que Raimi no busque “igualar” al Oz original no es ineptitud sino sabiduría. Estamos frente a un autor que sabe darle la vuelta a las restricciones y a la vez encontrar el camino para divertirse y divertirnos sin caer en la autocomplacencia; pecado que si cometió Tim Burton con su terrible y soporífera Alicia.
Oz, The Great and The Powerful (Dir. Sam Raimi)
3 de 5 estrellas.
Con: Mila Kunis, James Franco, entre otros.