Jorge Mario Bergoglio, nuevo papa de la Iglesia católica, mantuvo una relación cercana con la dictadura que sufrió Argentina, su país natal, de 1976 a 1983.

 

El nuevo jerarca católico, Francisco, ha sido acusado por un ex sacerdote, jesuitas, una monja, una catequista, periodistas y familiares de afectados de haber facilitado el secuestro de dos integrantes de la Compañía de Jesús en 1976; de haber permitido que el grupo militar que secuestró a una persona saliera del colegio que él regía; de permitir la complicidad de un sacerdote a su mando con torturadores, y de tener simpatía con al menos un golpista de la Junta Militar que gobernó su país.

 

La acusación más grave se remonta a 1976. Bergoglio era “provincial jesuita”, es decir, la persona con el mayor rango de la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay. Por esas fechas, dos jesuitas -Orlando Virgilio Yorio y Francisco Jalics- hacían labor social en un barrio pobre: Bajo Flores. En ese contexto, hacer labor social era sinónimo de “marxismo”, algo detestado por militares e Iglesia. Bergoglio admitió que el superior jesuita de ese tiempo presionó a Yorio y a Jalics para que abandonaran esa labor, o que renunciaran a la congregación. Decidieron seguir su trabajo, y presentaron su renuncia. A Yorio se la aceptaron el 19 de marzo de 1976: cinco días antes del golpe de Estado que inauguró la dictadura. Tras esto, se desató una persecución contra los dos religiosos. Se les retiró el permiso para celebrar misa y los obispos se negaron a protegerlos.

 

“Por su relación con algunos curas de las villas de emergencia, quedaban demasiado expuestos a la paranoia de la caza de brujas. Como permanecieron en el barrio, Yorio y Jalics fueron secuestrados durante un rastrillaje”, dijo Bergoglio. No obstante, los afectados han señalado que fue el propio Bergoglio el que difundió la idea de que eran subversivos, y que lo dijo a los militares.

 

De hecho, cuando Bergoglio le dijo a Yorio que había recibido informes negativos sobre él, Yorio habló con los sacerdotes consultados por su superior. Por lo menos tres de ellos le dijeron que no habían opinado en su contra, sino a favor. La acusación de pertenencia a la guerrilla en “una boca importante (como la de un jesuita) podía significar lisa y llanamente nuestra muerte”, escribió Yorio.

 

Como fuera, el 23 de mayo de ese año, la Marina detuvo a los religiosos y los mantuvo secuestrados durante cinco meses. Reaparecieron drogados, golpeados y abandonados.

 

Tiempo después, cuando Jalics pidió renovar su pasaporte desde Europa, a donde había escapado, Bergoglio elevó la solicitud al gobierno, recomendando no renovárselo. Un documento firmado por Anselmo Orcoyen, el funcionario militar encargado de asuntos de “Culto”, consigna lo que Bergoglio presuntamente opinaba de Jalics: “Actividad disolvente en congregaciones religiosas femeninas (conflictos de obediencia). Sospechoso contacto guerrilleros [sic]. Estos datos fueron suministrados por el propio padre BERGOGLIO firmante de la nota con especial recomendación de que no se hiciera lugar a lo que solicita”, se lee. Bergoglio ha dicho que él mencionó la vinculación guerrillera, pero para descartarla.

 

Otra acusación la ha hecho el médico Lorenzo Riquelme, quien aseguró que el grupo que lo secuestró y lo torturó en 1976 salió de la sede principal de la Compañía de Jesús, donde vivía y era principal responsable Bergoglio. Para averiguar dónde encontrarlo, golpearon a su novia, y en esos apremios participó un sacerdote que con autorización de Bergoglio era capellán militar de la Escuela de Suboficiales General Lemos, en la vecina guarnición de Campo de Mayo.

 

Un ex jesuita, Miguel Ignacio Mom Debussy, ha relatado que en los viajes en los que le hacía de chofer, Bergoglio le habló del proyecto político del jefe de la Armada e integrante de la Junta militar, Emilio Massera, y le comentó que se había reunido con él varias veces. “Seguro que con disgusto no (hablaba de eso). Le parecía bien que fuera contra Videla (general presidente de la Junta Militar 1976-1978)”.

 

Bergoglio aceptó haberse reunido al menos dos veces con Videla y dos con Massera.

 

La organización Abuelas de Plaza de Mayo recordó ayer en un comunicado que Bergoglio declaró en el caso de Elena de la Cuadra, desaparecida cuando estaba embarazada, y cuya familia acudió a él en busca de ayuda.

 

Las Abuelas reprodujeron un fragmento de la declaración del entonces cardenal en el que admitía que tuvo conocimiento de la apropiación de niños durante la dictadura “en el tiempo del Juicio a las Juntas”, poco antes de los años 90.

 

El último sacerdote en lanzar “una guerra de Dios”

 

Bergoglio, en cambio, ha tenido una relación distante con el ex presidente Néstor Kirchner y con la actual mandataria, Cristina Fernández.

 

Néstor Kirchner identificó al entonces cardenal como “el verdadero representante de la oposición”. Por este distanciamiento se había pospuesto una reunión entre las partes pero Bergoglio no logró concretarla.

 

Con Cristina, el punto de enfrentamiento máximo llegó con la ley de matrimonio entre homosexuales. Bergoglio fue la cara visible de la marcha contra esta ley, que al final se aprobó. El 9 de julio de 2010, días antes de su aprobación, se hizo pública una nota de Bergoglio convocando una “guerra de Dios” contra dicho proyecto.

 

Contra la globalización… de la pobreza

BUENOS AIRES.- El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, desde ayer papa Francisco, ha alertado sobre los efectos negativos de la globalización y el pensamiento único, y la necesidad de fortalecer el diálogo, más que el consenso, el cual, dijo, “nivela para abajo”. Y ha convocado a rescatar el valor de la utopía, como una luz en el horizonte que permita tener esperanza en refundar los vínculos sociales.

 

El nuevo sumo pontífice ha criticado “el poder como ideología única”, y ha alentado a producir “un cambio” en lasociedad que afronta “realidades destructoras”, al advertir que los argentinos se están “acostumbrando” a convivir con los efectos “demoniacos del imperio del dinero” como “la droga, la corrupción y la trata de personas, incluso de niños” y con la “violencia que mata y destruye familias”. En un Tedeum, en 2001, arremetió contra “la globalización de la pobreza”.
De hecho, el perfil de Bergoglio en el Registro Nacional Católico reza: “Su liderazgo en durante la crisis económica argentina lo convirtió en un potente símbolo acerca de los costos que la globalización puede imponer a los pobres”.

 

Además, es un fanático del futbol (aunque no era bueno jugándolo). Es seguidor confeso del club San Lorenzo, del que tiene una playera con las firmas de los jugadores.

 

El Papa nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 y es uno de los cinco hijos de un matrimonio italiano que, como tantos otros, llegó el siglo pasado a Argentina.

 

De joven, casi adolescente, se tituló como técnico químico, pero decidió ingresar al seminario cuando tenía sólo 20 años y ya había sido obligado a vivir con un solo pulmón, después de un largo tiempo de padecer problemas respiratorios.

 

En 1969, luego de obtener una licenciatura en Filosofía y otra en Teología, fue ordenado sacerdote.

 

Cuatro años más tarde fue elegido representante provincial, un cargo que representaba el punto más alto del escalafón jesuita local y que ocupó hasta 1979 en una orden caracterizada por la obediencia y disciplina ascética, con una alta exigencia intelectual y un celoso sigilo.

 

En los años de la última dictadura argentina (1976-1983), Bergoglio, como tantos otros sacerdotes, quedó en medio de los bandos jesuitas que pugnaban por ejercer la progresista Teología de la Liberación y los conservadores doctrinarios.

 

En 1979, Bergoglio se identificó plenamente con los nuevos lineamientos que el papa Juan Pablo II le quiso imprimir al Vaticano, alejados por completo de la Teología de la Liberación, lo que lo ayudó a construir el camino que lo llevaría a ser nombrado cardenal.

 

En 1992 fue nombrado obispo auxiliar y coadjutor con derecho a sucesión en el Obispado.

 

Desde entonces y también como cardenal, desde el 21 de febrero 2001, se destacó como un duro crítico, siempre desde el púlpito, de los gobiernos de Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y, en menor intensidad, de Néstor Kirchner.

 

Bergoglio, cuando fue elegido papa el alemán Joseph Ratzinger, el 19 de abril de 2005, quedó segundo en las preferencias de los cardenales electores, pese a lo cual ninguno de los expertos en el tema papal lo daba ahora por ganador.