CIUDAD DEL VATICANO. La elección del nuevo papa Francisco fue sorpresiva. Inclusive, como cardenal argentino, el nombre de Leonardo Sandri, entre los feligreses argentinos, destacaba sobre Jorge Mario Bergoglio. Conforme pasaron los minutos posteriores a la elección del nuevo Papa, los apellidos Scherer, Ouellet y Scola se diluían.
Tan sorpresiva fue la identidad del nuevo Papa, que la Conferencia Episcopal Italiana cometió el error de enviar por correo electrónico un comunicado en el que felicitaba al cardenal Angelo Scola “como sucesor de san Pedro”, así lo publicó el periódico La Repubblica en su página de internet.
Atrás quedaba una etapa inusual en la historia contemporánea de los Papas; una etapa que inició el 28 de febrero, cuando Benedicto XVI sorprendió al mundo al anunciar su renuncia por “falta de fuerzas”, bajo una atmósfera de corrupción financiera y moral en el seno de la Iglesia católica, y concluyó ayer, con la sorpresiva ascensión de un Papa latinoamericano. Las palabras del arzobispo de Melbourne, Denis Hart, así lo reflejan: “Ha sido una elección inspirada, algo que estaba fuera de los parámetros y que no habíamos pensado”.
En cierto sentido, las palabras del propio papa Francisco, dirigidas a los miles de feligreses que se congregaron en la Plaza de San Pedro, también emanaban sorpresa: “Parece que los cardenales han ido a buscar al nuevo Pontífice al fin del mundo”. En el lenguaje popular, algunos latinoamericanos se refieren a Argentina como un país que se encuentra ubicado “en el fin del mundo”.
Respecto al final de la etapa inusual, es probable que no sea así. Timothy Dolan, cardenal y arzobispo estadunidense, comentó minutos después del final del cónclave, que el propio papa Francisco se reunirá hoy con Benedicto XVI. Situación más allá de lo inusual, escenario inédito.
Fueron cinco votaciones y dos jornadas de cónclave (25 horas), lo que requirieron los 115 cardenales electores para designar al Papa número 266.
La proclamación del cardenal argentino y arzobispo de Buenos Aires provocó un estruendo en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde los miles de feligreses, bajo la lluvia, aguardaban el Habemus papam entre cánticos y pancartas.
La intuición general de los congregados en la plaza era pesimista y nada hacía presagiar que el segundo cónclave del tercer milenio se solucionara en su segunda jornada, pero a las 19:06 horas (12:06 tiempo de México), en lo que parecía ser una desapacible tarde, la chimenea de la Capilla Sixtina emanó un intenso humo blanco, anunciando al mundo que la Iglesia tenía Papa.
A partir de la “fumata”, la plaza comenzó poco a poco a colmarse de personas que entraban en el abrazo arquitectónico que Bernini diseñó en el siglo XVII hasta convertirse en una superficie cuajada de paraguas y expectación.
La espera se hizo corta, poco menos de una hora fue suficiente para que el cardenal protodiácono Jean Louis Touran saliera a la terraza de la basílica para anunciar la, hasta ese momento, secreta identidad del futuro Papa de la Iglesia católica. Unos segundos después dio paso a la presentación global del Papa.
Con un tono poco histriónico, el Papa se dirigió a los miles de feligreses y comentó: “”Hermanos y hermanas, buenas tardes. Sabéis que el deber de un cónclave es dar un Obispo a Roma y parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo, pero ya estamos aquí”.
Antes de la bendición “urbi et orbi”, el nuevo Obispo de Roma pidió a los congregados “un favor”: “Recen a Dios para bendecir a vuestro Papa”.