Desde hace varios años, en México un asaltante dejó de delinquir por hambre.

 

La corrupción y la impunidad han creado un ambiente de un auténtico negocio que opera por el acotamiento de la legalidad y que ha sido capitalizado por individuos con arrojo, visión y dispuestos a morir por lograr el objetivo. Como verdaderos empresarios.

 

El robo en cualquiera de sus formas deja jugosas ganancias al ladrón, no causa impuestos, opera en muchas ocasiones al amparo de la autoridad, y lo peor, por la ineficiencia burocrática de los Ministerios Públicos, mucha gente -a menos de que sea muy necesario- prefiere no denunciar un delito que muy rara vez hace justicia a la víctima.

 

El delincuente, pues, aprovecha un área de oportunidad -desprendida de las deficiencias del Estado de Derecho mexicano- para realizar una actividad económica ilegal y en perjuicio del bienestar social.

 

Si el tema delincuencia en realidad genera inconformidad, coraje y miedo en la mayoría, entonces este “negocio” ilegal -que opera a veces bajo la mirada gorda de la policía de sector- es más bien de una especie de impuesto por habitar una Ciudad como la de México.

 

Como sea, para robar hay que tener voluntad, arrojo, visión de la oportunidad y creatividad para lograr el objetivo. Hay que ser auténticos “emprendedores de la ilegalidad” para aprovechar el caldo de cultivo creado por la impunidad y corrupción.

 

No es posible que en México operen esta clase de emprendedores perniciosos en las calles, en autoridades, en las empresas, como ejecutivos, como funcionarios públicos…

 

Hace poco, al comentar alguno de esos fraudes financieros corporativos perpetrados por gente con posgrados académicos en Estados Unidos -como el de los créditos subprime– que han desquiciado la economía del mundo, alguien concluyó algo verdaderamente inquietante:

 

“Pareciera que lo único que diferencia al vulgar raterito de la calle del doctor en Finanzas es la sofisticación con la cual se hace del dinero ajeno: El primero lo hace a punta de vituperios y con el poder amedrentador de un arma, y el segundo lo hace con gráficas y manipulando la información para engañar a inversionistas”.

 

Resulta delirante siquiera pensar que la imaginación de quienes están en formación académica se rija bajo el principio de cómo le hago para quitarle el dinero a alguien, en vez de pensar en ideas que nos permitan ganarnos la vida, generar empleos y dinamizar la economía.

 

Para mí la educación es la base sobre la cual una sociedad puede aspirar a ser mejor. A tener una mejor reputación internacional. Los cimientos para innovar y generar ideas que se traduzcan en empresas.

 

Si un raterito de la calle leyera, seguro se le ocurrirían mil ideas para dignificarse como persona. Si escuchara música, seguro tendría una sensibilidad sobre lo que significa existir y envejecer dejando una huella positiva en su círculo de influencia.

 

La educación es la madre de todas las virtudes. El ocio es el padre de todos los vicios. Y el dinero, como lo dijera en 1973 Roger Waters en el célebre Dark Side of the Moon, el origen de todos los males.

 

Se trata de una actividad económica muy lucrativa donde el ladrón lo único que tiene que perder es la vida, la cual, a la luz de su aporte social, no vale nada, al contrario, cuesta mucho.

 

Para concluir, cito un pasaje incidental en la música del Dark Side of the Moon… I’ve always been mad, I know I’ve been mad, like the most of us are. It’s very hard to explain why you’re mad, even if you’re not mad.

 

Jcarlosm@mac.com | @Jcmrock101