Los nombres de Kelly y Birkin representan una obsesión para los amantes de la moda. Son los modelos de bolsos más emblemáticos de Hermès y cada uno de ellos conlleva un meticuloso proceso de selección de pieles y otros materiales que no da lugar al más mínimo error.
En la búsqueda de la perfección para cada uno de sus productos, plasmada desde sus pañuelos hasta objetos para el hogar, los artesanos y diseñadores de la casa francesa desechan muchos materiales a los que no se les daba otro uso, hasta que la heredera de la dinastía Hermès, Pascale Mussard, pensó que de los sobrantes podrían surgir productos con carácter propio.
Hace tres años concibió petit h, un laboratorio en el que se crean artículos para el hogar y accesorios de moda con materiales descartados. Para Mussard, quien funge como directora artística del proyecto, no se trata sólo de reciclaje, sino de lo que ella define como “upcycling”.
El concepto “lo di sobre todo al principio internamente para tranquilizar a los artesanos, para que no se espantaran, que no creyeran que lo que quería hacer era algo muy burdo. Quise darle valor a la belleza y la imperfección”, explicó Mussard quien recibió recientemente en la Ciudad de México el premio Ángel de la Moda, que otorga la escuela IES Moda Casa de Francia a destacadas figuras de la industria.
Originalmente concebido como un laboratorio experimental en el que se crearían objetos para exponerlos en tiendas de la empresa, petit h se ha transformado en una nueva fábrica de verdaderos objetos del deseo.
Platos, lámparas, bancos y accesorios como brazaletes, pendientes y collares creados dentro de lo que Mussard denomina la hermana menor de Hermès, han sido adoptados rápidamente por la clientela de la casa y “generan ventas reales”.
De hecho, los retos más grandes para petit h se han dado en el interior de la empresa, pues la marca ha obligado a los artesanos y diseñadores a romper con su forma tradicional de trabajo, en la que primero se concibe el diseño y a partir de ello se piensa en los materiales.
“En petit h empiezo por lo contrario, es un proceso diferente porque comienzo por el material y el material inspira la forma”, explicó la creativa con más de tres décadas en las filas de Hermès.
Hermès, o “La gran H”, no acepta ninguna arruga en la piel o desfase milimétrico en un estampado de sus famosos pañuelos, incluso si estos son imperceptibles para las personas ajenas a sus talleres.
Pero para la veterana creadora, trabajar con materiales descartados en petit h no atenta contra los valores de la casa.
“No pongo en tela de juicio la calidad de Hermès”, señaló. Pero “a veces lo que no es bueno o excelente para un objeto, puede volverse bueno para otro”, dijo.
Aunque algunos de los artículos de petit h son menos costosos que los de su casa matriz, la línea no deja de ser excéntricamente exclusiva, con objetos que van desde una etiqueta de piel en forma de perro por unos 40 dólares hasta un panda gigante de piel por cien mil. Los emblemáticos pañuelos de Hermes cuestan 400 dólares; sus brazalete Alchimie Hermès, elaborados en oro rosa y diamantes, 139 mil.
Además de las ventas, Mussard precisó que el verdadero éxito del laboratorio radica en la “transversalidad” que han alcanzado sus productos, los artesanos y las técnicas con las que se trabaja, pues estos elementos ya han sido incorporados a los procesos productivos y las colecciones de Hermès. Además, el proyecto ha permitido colaborar con otros diseñadores como el brasileño Gustavo Lins.
“Antes el orfebre trabajaba solo como orfebre, el marroquinero, con cuero; el cristalero, el cristal. Nunca se mezclaba, pero con petit h logré que trabajaran todos juntos y mezclaran sus experticias. Con petit h puedo despertar el deseo de revalorar los oficios manuales”, dice Mussard.
Como ejemplo de esta nueva forma de trabajo, Mussard mencionó un sujetador de puertas hecho con una pesada estructura cilíndrica de cristal a la que agregaron la correa intacta de una bolsa “Kelly”, que había sido descartada porque su cuerpo estaba muy dañado. Además del trabajo conjunto de un experto en cerámica y otro en cuero, usaron por primera vez pegamento para insertar el asa.
“El pegamento especial nunca lo habíamos usado en Hermès. El marroquinero entendió la preocupación del artesano, trabajaron juntos”, presume sobre la pieza, hoy a la venta en tiendas de la casa.
“Estamos en la casa Hermès, son objetos de calidad, funcionales… hechos con un arte extraordinario”, remata.