Se cumplieron ya dos años del terremoto que sacudió a Japón, en las costas del Pacífico, lo que originó un devastador tsunami que arrasó con la isla y que a su vez desembocó en uno de los peores accidentes nucleares: el quiebre de la Planta Nuclear de Fukushima.
Tras esa tragedia, ocurrida el 11 de marzo del 2011, el gobierno japonés tuvo que evacuar a más de 45 mil personas por el inminente accidente nuclear. Los habitantes de Namie fueron de los que tuvieron que dejar su hogar, ubicado a 11 kilómetros de la Planta.
Toshiya Watanabe es originario de ese pueblo pero, aunque no estaba allí cuando la Gran Ola asestó su potente golpe, nada impide que recuerde sus calles con nostalgia, calles ahora vacías y espectrales.
Él es fotógrafo y regresó a Namie en varias ocasiones para realizar un trabajo fotográfico en el que demostrara la soledad del pueblo, los rastros de la tragedia, las risas que han sido cambiadas por silencios, una estela que dejó el desastre nuclear.
Watanabe viaja atrás en el tiempo y cuenta que su familia, junto con otros más, tuvo que pasar la noche en el gimnasio, cuando la planta nuclear aún no causaba problemas.
La mañana siguiente se encontraban ayudando a otras personas que habían resultado afectadas por el tsunami cuando el gobierno emitió su anuncio: “Todas las personas que vivieran a menos de 11 kilómetros de la Planta Nuclear de Fukushima debían dejar sus hogares, o de lo contrario otra tragedia se avecinaba”.
Debían irse lo más pronto, no había tiempo para empacar, para llevarse nada, ni para despedidas emotivas, la orden era partir, y así lo hicieron los pobladores de Namie, que atrás dejaron cachos enteros de su vida.
“No había nadie. Me maree un par de veces. Si cerraba los ojos se escuchaba sólo el viento y los pájaros, era como estar en medio de un bosque”, recuerda Watanabe cuando llegó la primera vez a Namie, donde ha estado cinco veces, la primera en julio del 2011, más tarde en noviembre, y luego en abril, junio y septiembre del año pasado.
Sin importarle los niveles de radiación Watanabe ha dicho que acompañará a su madre cada vez que ella necesite ir, aun cuando lo máximo permitido es permanecer unas 5 horas.
La rata sospechosa
Apenas el pasado miércoles se dio a conocer que el operador de la maltrecha central nuclear de Fukushima, Tokyo Electric Power (TEPCO), sospecha que el cortocircuito que causó esta semana la detención de los sistemas de refrigeración de la planta fue provocado por una rata.
Los operadores de la central encontraron una rata muerta y evidencias de marcas de quemaduras en el cuadro eléctrico afectado, que dota de energía a los sistemas de refrigeración de las piscinas de combustible gastado de los reactores 3 y 4, según las imágenes emitidas por la televisión estatal NHK.
El apagón, ocurrido el pasado lunes, mantuvo detenidos hasta la medianoche del martes los sistemas para enfriar el combustible de las unidades 1, 3 y 4 dañados por el tsunami de 2011, lo que motivó la preocupación por el aumento de la temperatura de las piscinas.
“Nos llevará bastantes días hasta que la temperatura vuelva a normalizarse”, aseguró el portavoz de TEPCO, Masayuki Ono, que confirmó que no habían previsto medidas para evitar que pequeños roedores o animales puedan acceder al panel eléctrico.
El miércoles la temperatura del agua de las piscinas, que almacenan centenares de barras de combustible nuclear a altísima temperatura, se mantuvo en 31.8 grados centígrados en la piscina común que alberga combustible de diferentes unidades de fisión, 31 grados en la del reactor 4 y 17 grados en las de las unidades 1 y 3.
La cifra es entre 1 y 6.3 grados centígrados mayor que las registradas antes de producirse el apagón, que además afectó a nueve instalaciones, incluido un sistema para eliminar las sustancias radiactivas del agua.
A pesar del incidente, la temperatura de las piscinas de combustible gastado se mantuvo en todo momento en niveles seguros y no se detectó un aumento de la radiación en el entorno de la central.
El gobierno japonés y TEPCO declararon a mediados de diciembre de 2011 que los tres reactores dañados se encuentran en estado de “parada fría”, con temperaturas por debajo de los 100 grados centígrados.
Actualmente, más de dos años después de que se desató la crisis nuclear, la peor desde Chernóbil en 1986, cerca de 3 mil 500 empleados trabajan en la planta para poder retirar el combustible dañado y desmantelar las unidades afectadas, un proceso que, según los expertos, puede llevar unas cuatro décadas. (Con información de Vice y EFE)
Fotos: Todas tomadas de toshiyawatanabe.com
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