En 2007, cuando el calderonismo se lanzó a la conquista del Consejo Nacional del Partido Acción Nacional (PAN), el dirigente Manuel Espino llamó a Los Pinos para cumplir la cortesía de invitar al presidente Felipe Calderón Hinojosa a su Asamblea en León.

 

-Si va a estar Diego Fernández de Cevallos en el presídium no voy-,  lo retó Calderón.

 

-Pues entonces no vayas, porque Diego sí va a estar en el presídium-, se engalló Espino.

 

Los panistas recuerdan aquel rompimiento como el origen de la crisis en la cual está sumida su organización, divisionismo del cual no ha podido deshacerse aunque los actores hoy sean diferentes.

 

En aquella asamblea de León, que eligió 150 consejeros, los operadores de Calderón -Juan Camilo Mouriño, jefe de la Oficina de la Presidencia; César Nava, secretario particular; Germán Martínez Cázares, secretario de la Función Pública; Rogelio Carbajal y el senador Ulises Ramírez, por citar a los más conspicuos- se dieron a la tarea de premiar a los 150 nuevos consejeros del PAN.

 

-Están pagando con cargos públicos-, denunció en voz alta el consejero Enrique Navarro.

 

No importaron las protestas. Los calderonistas coparon al Consejo Nacional del PAN, a continuación votaron por adelantar la elección de nuevo dirigente y entre abucheos decidieron acortar el periodo de Manuel Espino, quien se fue en noviembre de 2007 en lugar de febrero de 2008.

 

A la semana siguiente, en una comida en Pajares, hubo una severa protesta: Carlos María Abascal Carranza, ex secretario de Gobernación, departía con César Nava y Fernando Palma, coordinador nacional de los diputados locales panistas.

 

-Juan Camilo no es hombre de honor. Sabíamos que venía el abucheo y nos dijo que él lo iba a parar. No cumplió-, se quejó Abascal.

 

-A lo mejor lo rebasaron-, intentó justificar Nava.

 

-Nada de eso. No tiene palabra-, ratificó Abascal.

 

EL LIMBO AZUL

 

La división manifestada entonces persiste, aunque con otros personajes. Hoy Calderón sigue con el control del Consejo Nacional del PAN, pero eso no le garantiza el dominio de la próxima elección de dirigente por el limbo en el cual se mueve el partido.

 

En la Asamblea Nacional del fin de semana antepasado cerca de seis mil consejeros se manifestaron contra la línea de la cúpula encabezada por Madero y votaron por abrir las elecciones de todos los dirigentes.

 

Vencido, los maderistas se salieron y se rompió el quórum, dejando una duda: ¿es válida la decisión de una Asamblea Nacional interrumpida?

 

-Es una disposición y debe acatarse-, dice Fernando Palma, miembro del Consejo Nacional de Elecciones.

 

Por esa rendija puede colarse la influencia calderonista, pues su fuerza quedó demostrada en la votación y vaya si tiene operadores.

 

Basta citar a los consejeros vitalicios para conocer su alcance. Ahí están fieles suyos como César Nava, su padrino de bodas Luis Héctor Álvarez, su amigo Francisco Barrio, su incondicional Jorge Zermeño, Gonzalo Altamirano, Alberto Ling Altamirano, Germán Martínez, Juan de Dios Castro, Luis Felipe Bravo, Luisa María Calderón, José González Morfín y por supuesto el propio Felipe Calderón Hinojosa.

 

Todos ellos tienen representación interna, lo cual significa votos.

 

Oficialmente el Consejo Nacional, órgano de decisiones mayores después de la Asamblea Nacional, se compone de 370 miembros, de los cuales unos 180 se declaran calderonistas, poco más de 120 afines a Madero y los restantes de distintos grupos, algunos de ellos calificados de ultraderecha como El Yunque comandado por Juan Manuel Oliva.

 

Unos y otros buscan candidato. Si Madero mantiene su alianza con Oliva, éste estaría en condiciones de postularse con cierta ventaja, aunque en lugar de buscar dos tercios de los 370 consejeros, deberá hacer campaña abierta.

 

Y si quiere estar representado el calderonismo, de nada le habrá valido aquel asalto de León: los panistas recuperaron el voto interno y con él, dicen, la democracia.

 

Aunque Martínez Cázares diga que eso es “perredizar al PAN”.