Sí, entre las cosas que uno puede encontrar en la Ciudad de México está una vieja casona de más de 70 años convertida en galería de los hallazgos que Roberto Shimizu, hijo de emigrantes japoneses que llegaron al país en los años 30 procedentes de Tokio, ha realizado en los últimos 50 años de forma sistemática. Comenta que el Museo del Juguete Antiguo de México (MUJAM), en Doctor Olvera 15, en La Doctores, es un “disco duro donde se almacena y exhibe una parte de la memoria de la Ciudad de México que fue y que tiene que ver con los juguetes artesanales que alegraron a los pequeños desde hace al menos 50 años”. Detalla que en los tiempos actuales sólo existen juguetes electrónicos y pantallas que hacen de los individuos unas burbujas más encapsuladas de lo que por naturaleza son.
En los tres pisos hay toda clase de piezas: trompos de madera, canicas, carros de todo tipo, tamaño, color y material; aviones colgados del techo, colecciones de trenes que se desplazan con monótono aburrimiento sobre sus vías circulares; casas de muñecas, máscaras de luchadores, trompetas, yoyos, luchadores de plástico, matracas y una larga lista de objetos que pertenecen a la era industrial, la anterior a la digital. Entre los más antiguos hay unos muñecos de porcelana japoneses de 1850 y una colección de extraños juguetes franceses de 1890, tan inverosímiles como que uno es un gallo con plumas reales.
¿Qué son los juguetes para nosotros? Para unos son los recuerdos gratos de la infancia; para otros, mercancía, pero para algunos son la capa arqueológica de la Ciudad de México que ya fue, recuerdos físicos que describen, por metonimia, cómo era la urbe aspiracional de los años 40 a los 90 del siglo pasado. La capital mexicana sufrió una transformación después de la Segunda Guerra Mundial cuando fue invadida por millones de personas de provincia que buscaron aquí su Sueño Mexicano. El fotógrafo Nacho López es uno de los cronistas visuales de la transformación de la ciudad rural a la metrópoli de los palacios. Entre ambos, toda la clase trabajadora y la clase media.
El Mujam exhibe alrededor de 35 mil piezas de diferentes épocas, pero dice Roberto Shimizu que su colección es de más de un millón de objetos. Sin duda, éste es uno de los lugares a conocer en la ciudad; hay que tomarse al menos dos horas para ver a detalle cada una de las piezas, que nos van a llevar, como un túnel del tiempo, a esos momentos que ahora están olvidados, pero que abrirán -como señala su coleccionista- “una llave, como un password, que abrirá esa parte de nuestra mente de nuestros primeros años como si fuera un disco duro”.
Entre los planes que tiene ahora el museo está expandirse a más salas, donde, entre otras cosas, mostrará una colección de películas de luchadores, con cartas y máscaras de los famosos gladiadores del pancracio, como son Santo y Blue Demon. Además, entrará al circuito de galerías que ofrecerá residencia a artistas que trabajen in situ obras para el lugar o la colonia, ya que una de las ramas del espacio va extendiendo sus proyectos al street art.
@urbanitas