Hace un par de años, en una conversación con amigos, acerca de automóviles específicamente, en la que como mortales comunes valorábamos diferentes alternativas, alguien de los involucrados dijo que lamentablemente los autos de la marca Volvo no eran una buena opción porque eran chinos. Abundando un poco más en la conversación, otra persona dijo que los chinos tienen una tradición empresarial de privilegiar la eficiencia en costos por encima de la calidad de los productos. Eso a la variable implícita y obvia en la conversación de que lo hecho en China es “chafa”.

 

No he escuchado historias personales o leído algo de aquella fecha a hoy, que me indique que la empresa, originalmente sueca y todavía gestionada por directivos de la misma nacionalidad, y famosa principalmente por construir “los automóviles más seguros del mundo”, haya tenido alguna afectación importante por ser, desde hace varios años, de capital asiático. Si bien el paradigma de que lo chino es malo me resulta bastante poderoso y vive aún en mis pensamientos, los hechos, al menos alrededor de esta anécdota particular, tampoco me lo sustentan.

 

El día de ayer, la revista Time documentó con lujo de detalle una historia alrededor de la empresa Huawei, gigante de telecomunicaciones chino con ventas de más de 35 mil millones de dólares en el último año, que enfrenta un conflicto con el gobierno de Estados Unidos, quien supone, según el artículo, que la empresa podría realizar en su país labores de espionaje en mandato del gobierno chino a pesar de que, como menciona Time, Reino Unido y Corea del Sur, aliados políticos de Estados Unidos, en donde Huawei lleva tiempo operando, no han experimentado problema alguno. La realidad podría apuntar más bien al gran desarrollo tecnológico de la empresa, tan alejada del paradigma -Hecho en China = “chafa”-, que económicamente podría representar una amenaza seria a los intereses de nuestro vecino del norte.

 

Historias, o como llamara el periodista argentino Andrés Oppenheimer en uno de sus libros recientes, Cuentos chinos, son cosa de todos los días en México. Para agregar ejemplos está el capítulo que se libra hoy en nuestro país sobre el Dragon Mart, centro de negocios, desarrollo e intercambio comercial, a construirse en Cancún, que enfrenta férrea oposición por múltiples razones, una de ellas que por ser barato; lo chino nos resta competitividad y por ende, podría afectar la economía de nuestro país.

 

Todo parece indicar que si bien el país asiático cuenta con una tradición de reducción de costos y uso de mano de obra barata, también está decidido a confirmar al mundo que es la nueva potencia mundial, y el desarrollo tecnológico representa un pilar indispensable para hacer tal demostración. Aprovechando que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, realiza una visita de Estado en ese país, bien valdría la pena mirar al gigante asiático con otro enfoque y entender cómo México podría pensar en el desarrollo de tecnología como una pieza clave para el crecimiento en nuestro país. Porque tal parece que “Hecho en China”, podría ser una firma que en muy poco tiempo signifique algo muy diferente a lo que lo que históricamente ha representado.

 

@jorgetaboada