Aquel martes 2 de abril caminó desde la calle General Prim hasta el Senado de la República. Sin saberlo, estacionó su vehículo a unos metros de donde estaban hospedados los matones contratados para asesinarlo. Por “designio de Dios”, hizo un pequeño cambio en su rutina y eso le salvó la vida al senador David Monreal.
En entrevista con 24 HORAS, el senador Monreal recuerda aquel martes cuando las autoridades le informaron que su vida y la de su hermano Ricardo estaban en peligro. Destaca su fe en Dios y su confianza en que los valores regresen a México, pues afirma que actualmente “hay una degradación, una podredumbre”.
“Seguramente tengo una tarea especial, algo pendiente y que cumplir”, dice el petista, mientras toma una taza de café, roja, como el partido que lo arropa.
De talante serio, afirma que ya no quiere hablar mucho del tema, aunque acepta compartir el detalle que, a su juicio, pudo haberlo salvado. “Es cuando yo digo que hay un destino de Dios”.
“Por ejemplo, el martes, cuando yo no conocía ni sabía nada de esa mala intención, le pido a quien regularmente me traslada que llevara a mi esposa e hijos, por lo que yo tuve que trasladarme sólo al Senado”, recuerda con la mirada hacia abajo.
“Tenía un compromiso previo y me estacioné aquí cerca, en (la calle) General Prim y entré por la puerta principal del Senado. De donde me estacioné hasta acá me vine caminando, entonces es donde digo que hay designios de Dios, porque de acuerdo a lo informado, me estaban esperando en la entradas”.
“Lo que cambié fue el entrar por otro lado y no hacerlo con el vehículo como lo hice siempre. Al otro día, como recomendación de las autoridades, ya no estuve en la sesión […] El miércoles creo ni comí”, afirma con tristeza.
Cuando la PGR avisó a los hermanos legisladores del peligro que corrían, los Monreal se enteraron de que los hombres que tenían la misión de matarlos estuvieron permanentemente cerca de ellos.
“Creo que tengo un gran compromiso, ahora la oportunidad que me da la vida reafirma mi condición de lucha; siempre he creído en un cambio”, confiesa en la charla mientras agarra nuevamente su taza de café, aunque no bebe de ella.
Sobre la información que se vierte en torno a sus posibles agresores no quiere hablar, pues ha dicho “mil veces” que se lo deja a las autoridades.
“No cambiaré ni mi forma de ser ni mi vida, tengo que trabajar para tener una sociedad en quien confiar, bajo ese esquema me muevo. Tengo que confiar en la gente que colabora conmigo, con quien comparto una amistad, en aquella que me trae, me lleva”, concluye.