Lemas tales como: “Es mi cuerpo, yo decido”, “Aborto legal y seguro: una cuestión de derechos, una cuestión de democracia”, y el famoso “Yo aborté” rubricado por Marguerite Duras, Simone de Beauvoiry Catherine Deneuve en 1971, han cundido en las mujeres de todo el mundo a la hora de decidir sobre sus propios cuerpos.
Mientras que para unas significa conseguir la plena autodeterminción sobre su corporalidad, para otras significa arrebatar la vida a un ser humano, lo cual es un hecho cuestionable, pues partiendo de que la ley que despenaliza el aborto, desde abril de 2007 en la Ciudad de México,permite la interrupción del embarazo hasta las doce semanas de gestación, estamos hablando de un embrión y no de un bebé.
Los discursos religiosos, principalmente los católicos en nuestro país que tienen a la Virgen María, como ejemplo de virtud y entrega maternal tienen una marcada influencia en grupos antiabortistas que reclaman la propiedad de los cuerpos femeninos al proclamar la maternidad como destino natural de las mujeres y el placer sexual como pecado.
Justo el sábado 27 de abril, días después de cumplirse seis años de la despenalización del aborto en el Distrito Federal integrantes de la organización Frente a la Vida marcharon contra la legalización del aborto, con el lema “Pasos por la Vida”, pidiendo respeto a la vida y apoyo para las mujeres.
Esta postura de cuidar a las madres desprotegidas y a los pequeños a los que se pretende cortar su vida antes de nacer, me es inaudita, pues se ubica a las mujeres como menores que no pueden tomar decisiones por sí mismas, en vez de reconocer que son mujeres adultas en sus plenos derechos.
La campaña de la derecha busca culpabilizar y castigar a las mujeres por la interrupción del embarazo con el discurso de protección a la vida llamando al feto, bebé, lo que le otorga calidad de persona y hace sentir a la madre culpable de matar a un ser con vida y plenas facultades.
De acuerdo al derecho, una persona, es un individuo de la especie humana con derechos y obligaciones y el embrión no puede tener tales atribuciones, además que el derecho al aborto no es cuestión de religión ni de filosofía, ni de ética, ni moral, es un asunto de salud pública donde las mujeres con menos recursos económicos son las más afectadas pues no tienen la solvencia económica para afrontar un embarazo no deseado, mientras que las mujeres con más solvencia económica pueden salir medianamente del paso sin exponerse al escrutinio público y en algunos estados de la República incluso ser sujetas a procesos penales. Al final es un asunto de políticas públicas encaminadas a mejorar las condiciones de vida y salud de las mujeres.
La iglesia católica reduce a las mujeres a meros vientres gestantes y les arrancan la calidad de personas, prefiriendo darle calidad de persona a un embrión de menos de tres semanas a la de un ser humano que es la mujer, en nombre de la maternidad.
Por lo tanto considero que deben de tirarse las posturas conservadoras en que se idealiza a las mujeres como madres y no como sujetas de decisión, que puedan tomar decisiones sobre sus propios cuerpos a la par de tener pleno acceso a métodos anticonceptivos que les den la ventaja de vivir vidas sexuales plenas.
A seis años de dispuesta esta ley los cuerpos femeninos continúan en el centro de la batalla de discursos religiosos manipuladoresque ignoran que las 97, 562 interrupciones legales del embarazo, llevadas hasta el día de hoy, según datos del Grupo de Información de Reproducción Elegida (GIRE), son un triunfo de una ley que permite a las mujeres tener condiciones salubres, legales y eficientes sin arriesgar sus vidas.