La estrategia se diseñó con semanas de antelación y se siguió a la perfección. Grupos de anarquistas se dividieron en por lo menos tres grandes células. El objetivo: violentar las manifestaciones durante la conmemoración del Día del Trabajo en la Ciudad de México. Pero su plan falló.
La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF) aprendió la lección del pasado 1 de diciembre, cuando estos grupos radicales destrozaron parte de la infraestructura y comercios del primer cuadro de la capital y evidenciaron las fallas de su operativo de seguridad.
Se instalaron tres cinturones de seguridad, los granaderos formaron el punto más visible, pero patrullas en el entorno, bomberos, ambulancias y agentes encubiertos, integraron el resto de la estrategia que frenó a los grupos radicales.
Las medidas provocaron desconcierto y desorganización de los grupos de anarquistas, que lograron reunir a un contingente de unas 200 personas. De hecho, sólo pudieron reunirse sus tres células en la plancha del Zócalo, donde ya no pudieron provocar disturbios. Intentaron en otros puntos del Centro y Televisa, pero también fallaron. Poco a poco se disolvieron, los daños causados fueron menores y dos uniformados fueron reportados con lesiones leves.
Campo de batalla
El centro de la ciudad amaneció prácticamente blindado. Las vallas de seguridad no eran las mismas de todos los años. En algunos edificios y comercios se utilizaron “muros de contención” de dos metros de altura. La SSPDF camufló a un importante número de agentes y los desplegó sobre Paseo de la Reforma y Avenida Juárez. Vestidos con pantalón negro y playera blanca, su misión era apagar cualquier acto vandálico. Algunos de ellos recibían instrucciones de sus mandos vía radios de comunicación. De las 08:00 a las 19:00 horas, se convirtieron en las sombras de los jóvenes sin rostro.
Una primera célula de anarquistas fue convocada en el Zócalo, la segunda en la Diana Cazadora y la tercera en Avenida Juárez y Eje Central.
Ayer, la atención policiaca no se centró en los ex electricistas, ni maestros del interior de la República, ni en universitarios, ni en Francisco Hernández Juárez y su UNT, ni en los grupos de izquierda, ni encapuchados zapatistas. Ayer, la atención se la robaron grupos de jóvenes vestidos de negro, con rostros ocultos y armados con palos y piedras.
Los amagos
Ayer, los anarquistas fueron vencidos. El único grupo que provocó a los granaderos fue el que se adhirió a un contingente grande sobre Paseo de la Reforma. En su trayecto a la plancha de concreto se armaron con piedras y tabiques que tomaron de construcciones, adoquines y banquetas. Ese mismo grupo se armó con palos de menos de un metro.
Antes de llegar a la calle 5 de Mayo, los manifestantes alistaban sus armas y decidían la manera de prender la mecha para que se desatara la violencia en el último tramo antes del Zócalo. A los medios de comunicación, los radicales les advirtieron que “por su seguridad” dejaran de tomarles fotos.
Al llegar al punto de Eje Central y 5 de Mayo comenzó el ataque: los hombres de negro se abalanzaron contra los granaderos con palos y piedras. Rompieron un cristal del edificio de Correos. Los granaderos aguantaron, no cayeron en la provocación y la marcha de los anarquistas siguió su rumbo al Zócalo, que a esa hora ya lucía a la mitad de su capacidad.
Las células de los encapuchados se concentraron a un costado del asta bandera, donde cada uno de sus movimientos era monitoreado por los policías de civil. Al ver limitadas sus posibilidades para delinquir, los anarquistas se fueron disolviendo entre la multitud. Muchos de ellos se cambiaron su playera negra por otra verde, roja o blanca, cualquier color servía para pasar desapercibidos.
Al no conseguir su objetivo, los encapuchados gritaban, quizá a manera de revancha, “Les guste o no, el 1 de diciembre, les dimos en su madre”.
Una señora de edad avanzada les dijo: “Por qué se cubren, destápense y manifiéstense”, y en tono afable el joven del rostro cubierto le dijo: “No señora, nos tienen amenazados, si no, lo haríamos libremente”. Los policías guardaban su distancia en todo momento, pero los vigilaban incesantemente.
Diez contra uno
Por la tarde, otra manifestación. La armonía familiar que se respiraba en el Monumento a la Revolución compartió la agonía de un 1 de mayo en paz. Un grupo de 120 personas aproximadamente, entre el Frente de Oriente Anarquista y el Partido Comunista de México, como se hicieron llamar, avanzó vigilado por cerca de mil 500 policías. En total, 10 policías para cada uno, y hasta sobraban.
Gritaron consignas pero la seguridad no les permitió más. Estas expresiones y el motivo de sus manifestaciones, según lo escuchado en sus gritos fueron su rechazo a la reforma educativa, a la clase política, al presidente Enrique Peña Nieto y a los “burgueses”, como ellos los llamaron.
Cuando estaban a punto de llegar al Zócalo se pararon, agacharon y amenazaban con comenzar a correr, pero a menos de 10 metros, los granaderos impidieron que su carrera fuera más larga. Fue el momento donde estuvieron más cerca físicamente. Cara a cara, manifestante y policía se miraron y volvieron a separar. “Con el pueblo muy chingones, con el narco maricones”, gritaron a los uniformados.
Llegaron al Zócalo y con un pequeño mitin de poco más de 35 minutos, anarquistas y comunistas cerraron el 1 de mayo, Día del Trabajo y de las manifestaciones, esta vez pacíficas.
Mientras que en las instalaciones de Televisa se concentró otro grupo identificado como anarquistas y otros que pugnaban por una protesta pacífica. En algunos momentos se registraron actos de provocación, el más llamativo fue el lanzamiento de un par de televisores, de 36 y 22 pulgadas, contra los granaderos que resguardaban la entrada de la empresa ubicada sobre Avenida Chapultepec.
Ante la creciente protesta, personal de la empresa retiró sus cámaras ocultas, además que tuvo que mover algunos autos ubicados cerca de la fachada descubierta del estacionamiento, ya que fueron alcanzados por piedras, y se les activó la alarma.
Cerca de las 18:40 horas arribó un grupo “radical” de sujetos vestidos de negro, que portaban banderas negras y rojas, los mismos que comenzaron a lanzar globos con pintura roja en contra de la puerta de la empresa de comunicación, mientras que algunos de sus miembros lanzaban patadas y golpeaban con palos a los granaderos que resguardaban la entrada.
5 mil uniformados resguardaron la ciudad. Cientos de granaderos se mantuvieron a los costados de los manifestantes y se instalaron vallas de hasta dos metros de altura.
Tapian comercios con vallas
Más de medio millón de pesos invirtió el gobierno capitalino para que la empresa Alaroye colocara un más de dos mil 200 metros de barricadas para contener posibles actos de violencia en comercios y edificios públicos ubicados en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Oswaldo Rodríguez Guzmán, supervisor de la firma, explicó a 24 HORAS que cada valla tipo “tapial” tiene un peso aproximado de 80 kilogramos, y están elaboradas con marcos de acero y espesor de madera.
“También colocamos unas conocidas como ‘popotillo’, que son de un metro y están hechas a base de tubos metálicos, que colocamos en todo el perímetro de la Alameda Central”, explicó Rodríguez Guzmán en entrevista.
Las colocaron en los edificios más emblemáticos del Centro como sucursales bancarias, oficinas del gobierno, tiendas departamentales, restaurantes y hoteles.
Sobre el costo de este servicio el supervisor de la firma -que da servicios a conciertos y eventos especiales- dijo que “el metro perimetral cuesta 270 pesos al día la barricada tapial y la de popotillo 120 pesos”.
La empresa invirtió un poco más de 10 horas colocar más de 2 mil metros lineales de vallas perimetrales conocidas como “barricadas tapiadas”.
“Por lo menos, el Gobierno del DF pagó más de medio millón de pesos por este servicio que incluye la colocación, desarme y transporte. Tuvimos que armarlas desde las 11 de la noche de ayer (martes) y terminamos después de las 9 de la mañana de hoy (miércoles) y sólo lo hicimos entre 52 personas, para retirarlas nos llevará unas dos o tres horas.
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