Necesito empezar por reconocer que no siento un especial aprecio por el Día de las Madres. No me malentiendan: no odio a las madres; no descalifico su labor como pilar de las familias o como la figura más importante en la educación, formación y crecimiento de los hijos; o su papel crucial en mi trayecto vital – yo, a la mía, le debo la vida, dos veces. De verdad. Es simplemente que el tono que se le ha dado al Día de las Madres desde hace algunos lustros es de un afán consumista atroz. Sólo hasta hace algunos años empezó a cambiar la tendencia de regalar lavadoras, planchas, sartenes y toda clase de enseres domésticos – lejos de ser verdaderos regalos, entronizan la esclavitud que significa el trabajo doméstico – hacia una especie de reconocimiento, agradecimiento (la merecida revaluación de lo femenino ha rendido algunos frutos…). Y eso que todavía nos falta un largo trecho. Caray, ojalá les regalaran algo que, por lo menos, les gustara…
Germán Dehesa (QPD, ¡cómo nos haces falta!) también carecía de afecto por el Día de las Madres (“En vista de la decrepitud, cursilería e inoperancia del Día de las Madres que ya ni las madres quieren celebrar…”) y por este afán consumista que usaba como pretexto para manifestarse algún día en particular: día del niño, Día del Padre, la llegada de los Santos Reyes, Navidá (que en poco tiempo podría comenzar a ser promocionada desde marzo…), Día de San Valentín, Día de las Madres, los días previos al regreso a clases de los niños, ahora “enriquecido” con la inclusión reciente del nuevo Buen Fin… Recuerdo que en una de sus columnas señaló que él sentía que el Día de Acción de Gracias, como lo celebraban nuestros vecinos del norte, merecía aprecio por estar precisamente dedicado al agradecimiento. Gracias. Nada más.
“Me agrada mucho pensar que en el año hay un día que está exclusivamente dedicado al agradecimiento,” dijo. Yo coincido. Más que celebrar su razón de ingenieras domésticas y de reforzar, perpetuar su capacidad de soportar trabajos extenuantes – a veces dos: el mismo que hace un hombre más el que hace en casa (que me atrevo a decir juega un papel más importante en la cohesión y desarrollo de las familias en México – a las madres habría que homenajearlas, agradecerles de un modo que no sea hacerla preparar una comida, servir de comer, recibir una aspiradora de regalo y luego hacerla lavar los trastes que quedaron sucios tras su “festejo.” Y, además, aguantar – y hasta limpiar – al marido absolutamente borracho, por “celebrarlas”… Ni qué decir de ver el impacto brutal del primitivo fesjeto, “echando la casa por la ventana,” en las finanzas familiares. Sí. ¡Qué shulada! Es un poco torcida la forma en que funciona el sacrosanto matriarcado en México…
Pensamos en cómo se desarrolla, hipotéticamente, ese día, para algunas mujeres: Empieza muy temprano para despertar a los hijos, pastorearlos a que se bañen para ir a la escuela (ni qué decir de ayudarles a vestir, peinarlos, darles de desayunar, prepararles el almuerzo, las mochilas…). Continúa con despertar al marido – por primera vez –, pastorearlo para que se bañe, gritarle desde afuera del baño para que levante la tapa del escusado, ayudarle a vestir (eso, espero, es una mala broma), y darle de desayunar. Una vez que se va el marido (dicen que lo primero que sale de una casa es la basura, seguida por el marido), hace milagros con la limpieza del hogar, lavar ropa, pagar cuentas, preparar “su” comida. Llegada “la” hora, recibe a los invitados (que llegaron con dos horas de retraso por el tráfico), sirve de comer, limpia la mesa, lava los trastes, recibe, acompañado de un disco de Camilo Sesto, una aspiradora nuevecita de regalo… Culmina “su” día ayudando a los hijos con la tarea, sirviendo de cenar, cosiendo la falda de “la Jenniffer” – así se llaman las niñas en la actualidad (ágamenelfavor…), aguantando los comentarios del Perro Bermúdez comentando – agriando – un Atlante – Puebla (que el marido ve, absorto, con su compadre Pascual).
Podría profundizar más en los argumentos que me llevan a apreciar tan poquito el Día de las Madres como se celebra actualmente, más allá de las razones sencillas que he dado en párrafos anteriores. También podría – y debería – profundizar en lo mucho que debe ser reconocido y admirado del trabajo de las madres. A todas las mujeres que, además, son madres, les mando una felicitación calurosa y toda mi admiración en su día. Qué chambononón…
Esta es la primera de mis contribuciones al Semanario del Periódico 24 HORAS. En ellas encontrarán temas interesantes que han despertado mi curiosidad como ser humano, que transitan desde temas políticos, éticos, sociológicos, psicológicos, educativos… reflexiones de y sobre la vida. Y todos ellos serán interesantes, entretenidos, cómodos y de fácil, agradable lectura. Serán un buen compañero de un cafecito en domingo.