A pesar de compartir fronteras con nuestro país, Belice es un destino que no está en el radar de muchos mexicanos. Además, contrario a lo que uno pensaría de que sería fácil llegar a un país vecino, actualmente no hay vuelos directos.
Tuve que primero volar a Chetumal y de ahí tomar un taxi beliceño que ya me esperaba en el aeropuerto de Chetumal para cruzar la frontera e ingresar por el pueblo desangelado de Corozal. Después, tomé una avioneta para llegar finalmente a la Isla de San Pedro. Esta famosa isla que fue puesta en el mapa, gracias a la canción de Madonna, Isla Bonita.
Me encanta volar en aviones pequeños y esta vez no fue la excepción. Mientras veía al capitán del avión mover las palancas y los instrumentos que parpadeaban al mostrarme la ruta que estamos recorriendo, sobrevolábamos encima de un mar azul turquesa que estaba salpicado de pequeñas islas.
San Pedro es isla, que confieso no tiene mucho de paradisiaco si uno se queda en el Centro. Sus estrechas calles, algunas todavía no pavimentadas, con edificios de madera y un sin fin de comercios es caótica. Los coches en su mayoría han sido sustituidos por pequeños carritos de golf personalizados por sus dueños, que se mueven rápidamente de un lado a otro transportando a sus habitantes que van vestidos desde trajes, hasta los expatriados quemados por el sol, con lentes oscuros y rastas, sin zapatos. En el aeropuerto una vez más tomé un taxi que me dejó en el muelle.
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